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Ritmo palmero

Imagínense la siguiente situación: Vds. están parados dentro de su vehículo en un semáforo en rojo, ven a un amigo pasar caminando, lo saludan amablemente, el semáforo se pone en verde, siguen un ratito más charlando y… ¿¡los vehículos de detrás no le pitan?!

Esta situación que se antoja insólita (y más aún en una gran ciudad) es posible -y habitual- en la isla de La Palma. La guía que nos recogía, nada más vernos llegar a todos con las prisas en el cuerpo, arrastrando maletas, nos dijo que olvidáramos la ansiedad, que sí o sí nos íbamos a contagiar de un nuevo modus vivendi: el ritmo palmero.

Las prisas matan la amabilidad

Esta isla canaria es conocida por todos como “La Isla Bonita” y, efectivamente, de belleza va sobrada (en playas de arena negra; en pueblos al borde del mar; en bosques y montañas…). Pero, yo añadiría otro calificativo intangible que brota en cada rincón, en cada conversación y, que acrecienta aún más esta belleza: la amabilidad de sus habitantes.

Una muestra: Una pareja de jóvenes con su hijo pequeño se disponían a hacer una ruta de senderismo cuando advirtieron que no tenían sombrilla para proteger al niño del sol. Se acercaron a un portal y a la señora que estaban en la puerta le preguntaron dónde podrían comprar una. Esta encantadora mujer les dijo que estaban cerrados los comercios pero que no se preocuparan que les dejaba la suya y que ya, al terminar la ruta, se la devolvieran. Y así lo hicieron.

El efecto Foehn y, alguno más también

Regresamos en la guagua de una excursión marinera para ver los cetáceos. Teníamos que recorrer la carretera LP.-3, que une la isla de este a oeste. Es conocida como “la carretera de la Cumbre” porque precisamente para evitar esta altísima montaña, se atraviesa el famoso “túnel del tiempo”, donde se produce el conocido y curioso Efecto Foehn; Al entrar por este túnel, el tiempo cambia por completo: de nublado a soleado; de lluvioso a despejado.

Y fue en esta carretera, ante tantas curvas, cuando una persona en el autobús se mareó. El conductor, al ver al resto del grupo de amigos en el ajetreo de, que si toma agua, que si siéntate delante, etc. se ofreció a parar diez minutos la guagua para que se bajara y se despejara con el aire fresco. Ningún pasajero se quejó.

Y así, todos los días, las muestras de amabilidad en este vivir sin prisas, nos iban seduciendo de tal manera que nos contagiábamos todos. Es el “efecto contagio” que tiene este ritmo palmero y que, “lo sufrirán” a buen seguro en cuanto aterricen.

Festina lente

Les quiero contar otro efecto meteorológico, bellísimo, casi mágico, que nos deja a todos sorprendidos y, que ejemplifica visualmente este “avanzar lentamente” que ya los sabios clásicos nos lo enseñaron en latín.

Es la denominada “cascada de nubes” cuando son empujadas suavemente por los vientos Alisios y parecen que están cayendo, como una catarata de niebla por la ladera de la montaña. Este ritmo lento también se plasma en la naturaleza. No sólo en sus habitantes.

Yo, me apunto al ritmo palmero. Y Vds., ¿también se contagiaron un poquito de él?

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