Pero no es comestible. Los golosos, por favor, no se depriman que, a falta de sabrosura, todo se compensa con hermosura.
¿Se imaginan vivir en una isla donde no está permitido conducir? Hasta ella nos vamos, en ferry claro. Y una vez en destino, la mejor forma de recorrerla: en bicicleta. Ubiquémonos: En el sur de Francia, en la costa atlántica y, más concretamente, en la región de Nouvelle-Aquitaine se encuentra un pequeño paraíso: la Isla de Aix (Île-d’Aix), muy cerca de su “hermana mayor”: la Isla de Ré.
Forma muy sugerente, gastronómicamente hablando entiéndase
El perfil de esta isla recuerda al bollo típico francés. Una opción que les recomiendo, por si este “cruasán terrestre” les abre ya el apetito, es tomar mientras uno espera el ferry, la famosa “isla flotante”. Sí, el nombre de este manjar viene que ni pintado para ir integrándose ya en el destino isleño. Es un dulce en el que el merengue flota sobre una base de crema de natillas diluida.
Paraíso Aix
Es una isla muy pequeña. Con una extensión de unos cuatro kilómetros aproximadamente (600 metros de ancho). Pero, pese a este reducido tamaño, es muy completa: tiene playas, fortaleza, museo, pueblo, puerto… Tiene su protagonismo en la historia de Francia. Ya Napoleón le echó el ojo porque constituía por su ubicación un magnífico punto defensivo de todo el litoral atlántico.
Los amantes de los lugares vinculados a la ingeniería militar disfrutarán de lo lindo. Les doy una pista: El Fuerte Liédot está escondido bajo tierra. Y a su vez, por su ubicación, tiene una visibilidad de varios kilómetros de distancia. Cuestión de buena estrategia.
Como les decía, no están permitidos los coches (salvo, obviamente los de reparto y emergencias). Así que, toca tomar el ferry para conocerla. La travesía en él es muy entretenida; el lugar más fotografiado es el Fort Boyard (hoy famoso por haberse convertido en un plató de televisión). Impresiona su construcción en mitad del mar: parece un edificio flotante. Napoleón ordenó esta obra. Más tarde se convirtió en cárcel. Y hoy en día en Francia el programa televisivo sigue teniendo gran audiencia.
En este recorrido a la isla se pueden ver también las famosas redes de pesca cuadradas (carrelets). Yo siempre me fijo por si justo en ese momento se alzan con toda la faena pero, en las dos travesías (de ida y vuelta) no tuve suerte de verlas en plena acción.
Una vez en tierra son apenas “cuatro calles”, bueno para ser exactos: tiene sólo tres. Así que, aquello de necesitar un mapa se antoja casi fuera de lugar. Yo con todo iba con el mío y debo confesarles que parecía algo ridícula, pero mi querencia por los mapas…
Las bicicletas son para todo el año
Es uno de los pueblos más pequeños de Francia (el censo de población no alcanza los 300 habitantes). Es posible alojarse en casas de familias a precios muy económicos. La próxima vez que vaya tengo pensado alojarme en casa de unos pescadores para ir con ellos a faenar. Ya les contaré qué tal resulta la aventura.
En sus apenas tres calles hay muchos lugares para poder alquiler bicicletas. Las pistas para bicis están perfectamente indicadas. Hay una que bordea toda la isla, pasa justo al lado de las playas; otras veces se adentra en medio de un bosque… ¡Fascinante “el tour de Aix”! A mí la parte que más me gustó fue pedalear en medio de un bosque. Vean –como dato curioso- las raíces de uno de los árboles, que nos hizo a todos bajarnos de las bicicletas.
Esa imagen idílica que tenemos del paraíso existe: cielo y mar azulado, brisa marina, verde y frondosidad por todos lados… Yo les pongo en aviso: esta isla es una réplica del Edén.
Descanso en las playas
Y no todo va a ser pedalear. La isla tiene varias playas preciosas, de esas que los pinos llegan casi hasta el agua. Una, ya por su nombre “Baby Plage”, está a juego con el tamaño. Es una cala escondida, de agua azul turquesa que aparece casi por sorpresa después de atravesar un bosque. Y otra denominada “Dos faros” (rojos ambos, dato bien curioso). Esta última es la más popular para las familias.
Y si una ola gigante…
Esta isla de la media luna tan peculiar tiene dos “hermanas gemelas españolas”. Si una ola gigante nos arrastrase cual tsunami bondadoso, nos llevaría a las costas españolas a la isla de Tabarca o a la isla Graciosa en el archipiélago canario. Tienen muchos parecidos, mira que si se creara algún comité de hermanamiento… ¡Con lo que me gustan a mí los cruasanes! Los comestibles también.