Un principio de año peculiar, un poco empinado, con su “cuesta” a cuestas. Casi un “Caminito del Rey” en versión suiza. Toda una escalada –cómoda no se asusten- porque nuestro destino nos espera a una altura de más de 2.000 metros.
Pilatus es un gran mirador sobre Lucerna. Puede presumir de una panorámica de esas que corta la respiración ante la belleza poder dar un paseo a la altura de las nubes.
La subida
En muchos lugares siempre tendemos a pensar que lo mejor estará cuando se llegué al destino y que el trayecto es únicamente un trámite previo a realizar porque no queda otra. El camino, en esta ruta de año nuevo, es de por sí toda una promesa. La aventura está asegurada desde el minuto cero.
La ruta de ida (también luego la de vuelta) forma parte del encanto que tiene Pilatus. Está situado a esa distancia de un agradable recorrido en bus desde Lucerna hasta Kriens, donde se puede tomar el funicular y el teleférico.
Desde estas góndolas da la sensación de sobrevolar todos los Prealpes suizos, que para muchos se nos antojan los mismísimos Alpes ya. Las imágenes de Heidi saltando por las montañas se transforman en una realidad. Con sus vaquitas y todo.
Los hay que deciden llegar a lo alto a pie. Cuando yo iba en el funicular de subida, muchos lo hacían cargados con sus “mochilas” un poco más grandes que la media que todos llevábamos. Luego ellos practicaron con sus parapentes. El viento de las alturas los convertía en casi pájaros. Y a todos nos dejaban casi hipnotizados con los vaivenes.
En mitad de una nube
Una vez que se llega a lo alto, se pueden dar varios paseos. Quisiera recomendarles uno aunque, eso sí, al principio asusta un poco porque transcurre entre pasillos y túneles dentro de la roca. En varios tramos de este caminar por el corazón de la montaña hay unos ventanales en los que, con un poco de suerte, si ese día hay viento, es casi como entrar dentro de una nube y, luego cuando ya ha pasado, aparece el horizonte de frente: todas las montañas y praderas verdes. Y la sensación de estar en mitad de los Alpes (aunque como les decía son los Prealpes). Pero yo, ante tantas montañas tan bellas, no sabía distinguir bien.
Y llega la hora en la que toca descender
Si ya la subida anunciaba cosas buenas, uno puede sentir un poco de pena cuando llega el momento de la bajada. Pero de nuevo aparecen los desafíos del hombre ante la naturaleza casi en línea vertical. Les cuento. En verano este descenso se puede hacer en el tren cremallera que tiene el record de ser el más empinado del mundo: una pendiente de 48%. Poquito para el ángulo recto.
Este tren va sorteando toda la montaña de forma muy curiosa: en ocasiones se pierde dentro túneles; en otras, pasa entre el ganado o cruza la ruta de los senderistas. Y claro, los que vamos en el tren, los saludamos a modo de ánimo.
De regreso, ¿en tobogán?
Como ven, en un mismo día (da tiempo de sobra a realizar la visita a Pilatus en un día a modo de excursión desde Lucerna) puede uno puede haber utilizado el autobús, el funicular, telecabina, tren y también queda la opción de regresar a Lucerna en barco. Bien podría optar al récord Guinness de medios de transporte público distintos.
Y todo, además, sin pesadillas de posibles retrasos o cambios de horarios, porque los trenes suizos están siempre en el top máximo de puntualidad. Una cosa que a mí me llama la atención de ellos: las vistas panorámicas, al tener los ventanales curvados hasta el techo. Detallitos que suman.
Y ahí no queda la cosa. Otra opción (ésta muy solicitada entre los más jóvenes) es poder bajar deslizándose en un tobogán que recorre parte del perfil de los Prealpes. Funciona sólo en la época de verano. Yo me lo estuve pensando, pero la edad pesó en mi contra.
Panorámica para parpadear
Si pueden, estas pendientes de Pilatus, pásenlas a pendientes porque prometen pura pasión.