Aquello de no llevarse bien con el pueblo de al lado parece una constante. Que si “los de arriba” son así; que si “los de abajo”, asá; Entre Murcia y Cartagena la rivalidad llevaba -hace años- a matricular el coche allá por tierras gaditanas para exhibir con orgullo las dos primeras letras de la capital.

Pero este mes con Cupido ya en acción, puede suceder lo nunca visto antes: que dos pueblos vecinos se unan en uno solo. Hay mucho amor en estas elecciones locales ¿Verdad?

Eso sí que es una historia de amor a lo grande. ¡Menuda multiplicación del censo!

Cupido casi al vuelo

Y para celebrar estas uniones gigantescas en tiempos de Cupido les quiero llevar a un lugar por si quieren revivir sus promesas. En él, uno puede vivir la mítica escena de “Titanic” cuando, con los brazos abiertos, simulan volar juntos en la proa del buque. Pero no se alarmen, que “actuarán” desde tierra firme. ¿Será, tal vez, que esto de ser un poco peliculera me hace ver escenas de las películas por doquier? 

Si Vds. también adoran el cine y quieren ser los protagonistas de este recorrido amoroso, les doy las pistas del destino. El lugar está en el Faro de Santa Pola (Alicante). Es un mirador espectacular que cuenta con una pasarela volada que sobresale el vértice del acantilado. Pueden estar tranquilos que el vértigo queda bajo control. Es uno de los rincones que más buscan los instagrames por el juego de parecer que uno está en el aire si se agarra a la pasarela con los brazos.

Cupido también en tierra firme

Pero si esto de subir hasta el faro (se puede llegar en coche, tomen también nota por si acaso) y, caminar por una pasarela casi transparente a más de 100 metros de altura sobre el mar se les antoja demasiado osado, les propongo un plan B -igualmente amoroso- que emula también al “momento Titanic”, pero en este caso, (¡ejem!) cambiando el buque gigantesco por un barco de menor eslora. 

Se encuentra muy cerca, en El Pilar de la Horadada (Alicante). El Puente del Beso también es un bonito lugar para celebrar San Valentín. El reto del proyecto de ingeniería era unir dos zonas de la población separadas por una rambla; Se logró con dos brazos gigantes de hormigón que simulan un principio de vuelo. Hoy la rambla se ha transformado en un paseo de varios kilómetros al mar. Aquí, todo llano y sin acantilados. ¿Cinco kilómetros que comienzan en un beso y terminan en el mar? ¡Planazo de esos: Apaga y vámonos!

Mientras tanto, sigo la mar de intrigada por saber cómo acabará esta bonita historia de amor extremeña entre Don Benito y Villanueva de la Serena. Desde hace unos ochenta años ya se comenzó a hablar de este vínculo entre los municipios. Los hay indecisos a la hora de unirse. A ver si con las flechas de Cupido, el día del referéndum… Y yo me pregunto, si sale el sí, ¿qué nombre le pondrán a la carretera que los une?