Compartíamos mesa y mantel en una cena, pero apenas nos conocíamos. Ocho personas íbamos a estar una semana juntas recorriendo a pie una isla mediterránea.
Una de las comensales, para animar la reunión, propuso jugar a contar algo privado que nos hubiera sucedido durante el verano. Pese a las reticencias, comenzamos a jugar. Rompió el hielo y nos contó sus tres ligues del verano. Con tal nivel de éxito, nos dejó casi fuera de la casilla de salida a todos los demás que no nos veíamos ya con la capacidad de mantener el nivel; No queríamos seguir jugando. Y mi turno era el siguiente…
Sí, hay posibilidad de cortejo después del verano
El caso es que los humanos parece que acotamos mucho el tema del ligoteo al verano. “Es por el moreno de la piel”, me dicen cuando pregunto a los “expertos” (léase: a los más ligones). Pero, para los del aprobado (bueno, también para los del suspenso estival en esta asignatura social) quisiera aportar un poquito de esperanza con esta ruta otoñal de la seducción.
La banda sonora de los bosques
Y para ello nos vamos al mundo animal (sin ánimo de ofender a nadie, ¡por favor!). Durante estos meses de cambio de estación y hasta mediados de octubre, comienza la melodía de la berrea de los ciervos. “La orquesta de los montes de la península ibérica”, como relataba de forma preciosa Félix Rodríguez de la Fuente.
Las fechas exactas están también condicionadas según las lluvias de cada año. Aunque el refranero sí nos indica el comienzo: “Por San Bartolomé (24.ago) brama el ciervo por primera vez”.
La voz del venado
Con estos berridos, los machos se hacen notar, llaman la atención de su presencia y también delimitan su territorio. Reglas de competencia sanas, ¿verdad?
Si otros ciervos están por la misma zona, comienza la batalla entre ellos chocando con sus cornamentas. El vencido se va. Es la selección de la especie. Yo llegué a ver este duelo por quedarse con la chica.
Es un ritual previo al apareamiento. Las hembras esperan al vencedor y, tras esta espectacular seducción sonora, toca hace crecer a la especie. Pongamos puntos suspensivos llegado este momento. Y todo, perfecta y sabiamente calculado para que los nacimientos se produzcan en mayo, cuando ya no hay riesgo de sucumbir ante el frío y los pastos aseguran el alimento.
Todo es bellísimo. Realmente asombroso; De repente, con estos sonidos, se puede apreciar toda la vida que puede esconder un bosque. En algunas zonas (si se quedan en silencio) retumban tantísimo estos bramidos que incluso te paralizan. Se llegan a escuchar a varios kilómetros de distancia.
La Sierra de Cazorla es uno de los rincones más idóneos para poder escuchar la berrea. Si pueden, no se la pierdan.
“El Tinder de los bosques”
Aunque, tristemente, en algunos lugares, este espectáculo natural tan bello lo hemos adulterado al convertirlo en un “producto turístico”.
“Si parece que los ciervos estaban posando”, comentaban algunos visitantes al bajarse de los trenecitos. En sus vagones, nos acercamos tanto que yo creo que ya los ciervos están acostumbrados a tener la comida cerca de las paradas de los trenes y, aquella belleza de la seducción salvaje entre ellos se ha transformado en una versión cual “Tinder de los bosques” y, como tal, al dejar de ser natural, pierde casi todo su encanto.
Es la cara B que no quisiéramos ver. Porque esa manifestación del amor salvaje en plena naturaleza, debería ser algo intocable por los humanos y deberíamos mantener, al menos, ciertas distancias.
Yo me acogí a esta prórroga otoñal para salir airosa del juego en la cena. Que tengan Vds. también un otoño musical y muy amoroso.