No quisiera yo mentirles. Lo que se dice “sin querer”, no fue. Tampoco vayan a pensar que lo hice a propósito; Es de esas decisiones en las que una va paseando, se deja llevar por aquí, por allá y, casi sin darse cuenta, vaya que sí, que me colé en uno de los hoteles del Sr. Trump. Y, una vez dentro, mi objetivo (ahora sí) lo tenía bien claro: la piscina. Pero entre el hall tan enorme; el lujo por todos lados, el caso es que yo estaba un poco despistada y, no quería llamar mucho la atención.
Me acerqué al personal (como si fuera un cliente recién alojado) y le pregunté cómo llegar a la piscina. “¿Cuál de todas?”, me respondió. Yo, esta variable numérica, no la había contemplado. “Hay once”, me precisó. Convendrán conmigo que, una vez dentro del hotel y puestos a elegir… Sí, fui directa a la más espectacular: una piscina infinita en la que podía contemplar todo el Pacífico y, un poquito del Atlántico también.
Cuando sube la marea
Nuestro viaje de hoy será darnos un baño en algunas piscinas bien curiosas de los hoteles. Y, aunque parezca un contrasentido, estas piscinas con su zona de duchas; tumbonas en área pavimentada; zona chill-out, etc. pueden estar “dentro del mar”. Les cuento este movimiento y, también, el truco legal.
En algunos países (Mauricio, Maldivas…) el Gobierno concede un derecho de uso sobre algunas islas para poder construir en ellas un hotel. En otros lugares, sí se cuenta con la licencia e incluso con la propiedad del suelo y, el atractivo, en la mayoría de los casos, es construir el hotel en forma de “U” y la piscina central muy, pero que muy, cerca de mar. Miles de kilómetros de la costa mediterránea responden a este mismo modelo de planificación.
El punto clave, en el momento de firmar los contratos, deviene a la hora de marcar el perímetro de la extensión del hotel con todas sus instalaciones anexas (campos de golf, etc.). Y, el cómputo de esta medición lo es “desde la línea media de marea”. Pero claro, estos contratos son de larga duración (que suele rondar los cincuenta años) y, en este devenir, al cabo de un tiempo, tal vez parte del jardín o, de la piscina (o un trozo de ella) ya está “ubicada” en Zona de Dominio Público Marítimo Terrestre.
Sres. en chanclas
¿Se imaginan Vds. un Sr. entrando tranquilamente por la recepción con su toalla al hombro y sus chanclas diciendo que va a bañarse en el trocito “de uso público” de la piscina? Los abogados (cual futurólogos) ya contemplan esta previsión de los movimientos de las mareas para incluir todos los “frenos” posibles a estos Sres. en chanchas, perdón, a este avance del mar con servidumbres, concesiones, seguros, etc.
El problema es más peliagudo cuando hay que convencer al banco para la renovación de las hipotecas de los hoteles y estas piscinas “flotan” ya por la costa, aunque las veamos dentro de la zona vallada del alojamiento. Aquí se complica mucho más porque los riesgos se miran con una lupa de mayor aumento. Bien conocen estos financieros el aforismo: “una marea alta levanta todos los barcos”.
Sé que no es excusa, pero sí me quedo más tranquila porque no soy yo la única que se cuela; Estas piscinas, como ven, también “se cuelan” en el mar. Y, ya les contaba yo que estaba muy cerquita del océano. ¿Mira que si… ?