Ya saben Vds. que muchas decisiones amorosas trascedentes se toman en verano. Y, sin demora, la cita con el abogado se concierta a principios de septiembre. Todo depende de cómo se lo haya pasado uno con su pareja en vacaciones. En ocasiones, según me cuentan letrados y jueces, son cuatro los factores que determinan la decisión de separarse: altas dosis de aburrimiento; ausencia de planes bonitos; demasiadas horas juntos y, falta de espacio propio.
Quisiera compartir con Vds. un destino para pasar estas vacaciones que tiene la singularidad de que no reúne ninguno de estos cuatro factores peligrosos que anticipan un divorcio. Es, pues, el plan perfecto si uno quiere gozar del otoño -y, también del invierno-, en amor y compañía.
Por supuesto, cuenta con playa; Es más, es de esas largas kilométricas para caminar durante horas. Se encuentra entre dos países, el río Bidasoa es la frontera entre Hondarribia (España) y Hendaya (Francia). Cada uno puede estar en un país distinto, con su propio espacio, con una distancia de apenas tres minutos de separación.
Fíjense si este rincón es armonioso, que en mitad del río se encuentra la famosa Isla de Los Faisanes, que es un ejemplo territorial de concordia, ya que cada seis meses forma parte de un país distinto: rige en ella un condominio entre España y Francia. Seis meses es española (de febrero a julio) y los otros seis, es territorio francés (de agosto a enero).
Tú a Francia y yo a España
Si por lo que sea, un día la pareja está enfadada, permite que uno pueda darse un paseo por un país (pe. Francia) y, el otro caminar por en un país diferente (España). La distancia para hacer las paces es cruzar el río en el barco (menos de tres euros). La duración del trayecto es cortísima y la frecuencia es cada media hora. Por lo que, la facilidad para el reencuentro tras el enfado es máxima.
¿Dónde estás que no te veo?
El peligro de estar veinticuatro horas juntos día sí y día también, en este rincón se minimiza tanto que, un puede estar dentro del agua y el otro en lo alto de la montaña.
Si otro día, uno está cansado, se puede quedar tranquilamente tumbado en la playa leyendo y, el otro, si tiene ganas de andar, puede incluso comenzar la ruta Transpirenaica (que comienza y/o termina, según en qué dirección se haga) justo en Hendaya. Aquí hay que andarse (nunca mejor dicho) con sumo cuidado porque si es de los que se anima caminando, son 800 kilómetros y uno que salió junto al Cantábrico, podrá zambullirse en el Mediterráneo. Ya les advierto, aquí una pronta reconciliación se antoja un poco más peliaguda.
Pero, no se alarmen, ya sólo contemplar el rincón rocoso (conocido como “Las Dos Gemelas”) justo donde los Pirineos caen al mar es bellísimo y, la belleza tiene esa vis atractiva que aúna corazones. No digo más y lo digo todo.
¿Quién dijo aburrimiento?
Aquella peligrosa interrogativa: “¿otra vez vamos a hacer lo mismo?” en este lugar es complicado formularla porque los planes posibles son numerus apertus: calles repletas de bares; excursiones para coger olas; visitas al castillo; paseos por el centro histórico, mercadillos, compras, ir de pesca… Organicen bien la agenda para que les dé tiempo a hacer estos planes tan bonitos.
Y… ¿a la vuelta de vacaciones?
Es posible que algún día uno haya desayunado churros y el otro, croissant; También puede ser que uno haya practicado francés y el otro español; que las cenas hayan sido de pintxos por la calle San Pedro (¡qué gozada!), mientras que el otro haya disfrutado de las brasseries pero, como indica la ruta poética que une estos dos pueblos (realizada con preciosas cartelas), este lugar es “un encuentro entre aguas dulces y saladas”; “El mar, que siempre une” (se lee en otro de estos paneles).
Feliz y… ¡amoroso! verano tengan.