Los flâners
Haciendo amigos
Hoy vamos a hacer una ruta tipo flâners; Les llevo de paseo por el norte de España, para ver lugares en los que la naturaleza hace de las suyas, juega a trepar por aquí y por allá y, en estas andanzas se encuentra a su gran amiga del alma: la arquitectura. Les anticipo, en esos paseos, a veces soy un poco “peliculera”. Y es que, esta primera vez da mucho juego a la imaginación. Vean si no.
Casas y bares
Hay una casa preciosa en La Coruña, donde la fachada se le han repartido casi a partes iguales. Una amistad consensuada: las plantas altas para la arquitectura; las bajas, para la naturaleza. ¡Ni Salomón habría pensado algo similar! Ojo al dato que la naturaleza ya ha alcanzado la planta segunda…
Y es que son muchos los lugares donde la naturaleza y la arquitectura se van conociendo poquito a poco. Aunque, en ocasiones esta amistad puede llegar a ser algo peligrosa. En Santander, cerca de Cabo Mayor, esta casa corre peligro de desaparecer. ¿Quién iba a decir cuando se plantó la semilla que la cosa llegaría tan lejos? Cada vez que voy a Santander me doy una vuelta para ver cómo va esta “relación” y, el corazón hasta se me acelera cuando estoy ya por la manzana.
Yo me quedé con las ganas de ver esta ventana desde dentro. Si anunciaran este lugar como “Una habitación con vistas”, deberían matizar: “pero sólo aptas para miopes”. Porque la lejanía… ¡poco se podrá apreciar! Claro que así, se ahorran en cortinas.
De las casas nos vamos a los bares. Concretamente a ¡una cafetería en pleno bosque! Es muy llamativo el detalle –bien calculado- de cómo salen las ramas de los árboles por los laterales de esta cafetería casi transparente en Santiago de Compostela.
Qué pena que cuando fui estaba cerrada y sólo lo puede ver por fuera. Tengo que volver a tomarme algo en ella.
La amistad también por el Sur
Y ya, para terminar le damos la vuelta a la tortilla y nos bajamos al Sur. Ahora es la arquitectura la que imita a la naturaleza. Y lo hace con tal belleza, que llega a ser espectacular.
Un botón de muestra es la escalera de caracol del Museo Ramón Gaya de Murcia. A mí este lugar siempre me deja parpadeando y, casi con dolor de cervicales.
Y es que, en un paseo flâner la imaginación… ¡se dispara sola! En sus viajes: aprieten el gatillo.