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Bruselas: Una historia de amor

 

Mis amigas del colegio y yo llevamos años planeando un viaje juntas. Nos imaginamos: ¿Y si tuviéramos un fin de semana libre?

¡Lo tenemos! Y nos vamos a disfrutarlo a Bruselas: el corazón de Europa. ¿Se vienen con nosotras?

“Es pequeña pero matona”. Así, con esta expresión tan española se puede resumir la ciudad de Bruselas. En extensión, es de esas capitales que en varios paseos, enseguida te haces con ella. Pero lo de “matona” nada tiene que ver con delitos. ¡No se asusten por favor! Tiene muchos rincones interesantes para todo tipo de amantes.

Empezamos con unas risas en posición vertical: Las fachadas laterales de muchos edificios están pintadas con los personajes famosos de los comics. ¡A ver quién no sonríe ante estos muros! Las que aman los tebeos que guardan sus colecciones de Tintín como si fuera un tesoro (yo tengo varios amigos que presumen en sus estanterías de ediciones especiales y cuando les pido uno, noto que les cuesta deshacerse de ellos)  seguro que no se pierden el Museo dedicado al Cómic.

Las viajeras con un espíritu más independiente, cuando vean el famoso Manneken Pis lo considerarán un poquito como su amigo. De tan pequeño que es y casi escondido en una esquina como está, yo casi lo paso por alto. Tiene ya más de 800 trajes, que se pone  según las celebraciones locales y aniversarios. ¡Ay ese empeño de vestirlo…! Con lo chocante que resulta verlo desnudito y … “en acción”.

Las amantes de los tentempiés también disfrutarán de lo lindo con su cucurucho de “frites” mientras callejean. Me encanta la leyenda que asocia el origen de las patatas fritas en esta región a una época de mucho frío, tanto que el río llegó a congelarse. Y ante la imposibilidad de pescar en él, para “engañar” un poquito al estómago, las patatas se cortaron en forma de peces. Y más aún con el truco de freírlas en dos fases a diferente temperatura para conseguir que estén crujientes por fuera y blanditas por dentro. ¡Sabios trucos gastronómicos que aún perduran!

Las callejuelas del centro están repletas de bares con terrazas. Llama la atención el amor de muchos comensales a los mejillones, pues el mar del Norte está a unos 100 kilómetros de distancia. A los españoles al principio nos cuesta un poco entender que no son un entrante, son ¡un plato! En casi todas las mesas se ven las cazuelas con el vapor saliendo. Yo sucumbí a estos deliciosos “moules” (una palabra que antes o después se aprende en Bruselas). Ya les digo, ¡difícil poder resistirse! Vayan con tiempo que en algunas calles hasta es complicado hallar una mesa libre a la hora de la cena.

Difícil lo tienen las amantes de la cerveza en Bruselas. ¡Hay más de 1.500 variedades de cerveza artesana!  Aquí sí que me temo que en tan sólo un fin de semana sí se antoja todo un reto poder probarlas todas. Aunque todo es ponerse…  Cuando leo los decretos y leyes que regulaban el modus operandi de esta bebida desde que se ”cocinaba” en los monasterios hasta más tarde, cuando los monarcas se hicieron con la receta, lo que más me llama la atención es el detalle tan minucioso para usar hierbas aromáticas y potenciar con ellas el sabor. ¡Pura delicia!

Ahora el turno es para las que adoran las flores y el arte. Especial fortuna si la visita a Bruselas coincide con el Festival Flower Carpet. Cada dos años, durante unos días de mediados de agosto (tomen nota de la próxima cita: será el 12/15.ago.2016), el suelo de la Gran Place se cubre con una alfombra realizada con flores naturales: begonias y dalias principalmente. Hay que ir los días previos para ver con qué delicadeza se van colocando; Hay que subir a algún punto alto con buena perspectiva para apreciar el diseño; Y, por supuesto, hay que pasear para poder oler esta “moqueta” floral de colores chillones. Además, presten atención, pues su diseño esconde cada vez un mensaje distinto.  Dicen los expertos que el arte, cuando es efímero, penetra en nuestra retina con muchísima intensidad, pues sabemos que en nada desaparecerá, y ello hace que nos invada para siempre. ¡Así será esta visión de la plaza: Inolvidable!

Ya por sí la Grand Place es de esos lugares que girando nuestro cuerpo 360 grados, si nos proponemos buscar algún ángulo que no nos guste, será misión imposible. Un dato curioso que a las economistas les llamará la atención: En esta plaza no hay ninguna iglesia. El gran poder mercantil de la ciudad dominó el cuadrilátero arquitectónico. Precisamente esta imagen de prosperidad comercial, arquitectónica y, en torno a ella, saber crear un espacio abierto fueron algunos de los criterios apreciados para ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

Las amantes de la política y el derecho también tenemos un rincón. En el Barrio Europeo están las sedes de algunas instituciones de la Unión Europea, con la posibilidad de hacer una ruta para entrar en los edificios donde se preparan las directivas y los reglamentos. El dato curioso aquí es el de la doble embajada. En Bruselas, algunos países tienen una embajada ante el Reino de Bélgica y otra, ante la Unión Europea. Este entramado le da un toque cosmopolita y muy chic a la ciudad.

Las amantes de la ciencia no dejarán de visitar el Atomium. Fue construido con motivo de la Exposición Universal de 1958, combinando la idea de futuro y del uso pacífico de la energía atómica. Y ahí sigue, pese a que la idea inicial no era que perdurase tras el evento.  La forma del inmueble simula el aumento de un cristalito de hierro, pero visto 165 billones de veces más grande. A mí me encantan las escaleras mecánicas, muy bien escondidas.

Y es que, como ven, en Bruselas el amor está en todos los rincones de la ciudad. Claro que siendo el corazón de Europa no podía ser de otra manera. Cuando vayan, ¡dejen latir el suyo a tope!

Ah!.. Y toda historia de amor tiene un puntito de locura. Bruselas también cuenta con él: ¡el chocolate belga, para perder la cabeza!

 

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