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¿Qué me pasa doctor?

.- Estuve en Granada y… ¡tengo un dolor de cuello!

.- No se preocupe, no es grave. Son los típicos síntomas con los que uno regresa.

Porque de Granada se vuelve … “con mucho dolor”.

Sí, ya sé que lo suyo en un viaje es, en algún momento, sentir dolor de pies por aquello de largas caminatas recorriendo una ciudad. Nuestro tour es un poco diferente: Granada con dolor de cuello

Si tienen problemas de cervicales, lleven cuidado en este paseo. Conoceremos Granada, alzando un poco la barbilla. Y nada de orgullo en este estiramiento corporal. Tan sólo es necesario hacerlo… ¡para admirar la belleza!

¡Alcen la papada que comenzamos!

Junto a la Catedral, en un lateral se encuentra un rincón con mucha sabiduría: El Palacio de la Madraza. Tras algunos trampantojos divertidos (¡no se dejen engañar por ellos!), en el interior está la explosión: mucha belleza… ¡por todo lo alto! Y cuando digo mucha, de verdad que no exagero.

Es como una versión de La Alhambra en plan pequeñito (sí, como si fuera “un tuit de La Alhambra”, vaya). Una buena opción cuando uno va justo de tiempo y no puede visitar todo el conjunto de palacios.

Antiguamente era la sede de la universidad musulmana. Hoy, cosas de la vida, está también ubicada la Universidad de Granada. Muchos de los actos oficiales tienen lugar en este edificio. El denominado continuum vitae de ciertos lugares, que siempre sorprende pese al paso de los siglos.

En este edificio, hay dos techumbres. La de la planta baja la descubrieron por azar. Y, cosas también del azar, me contaba la guía, que es arqueóloga y trabajó en la restauración, que ella se preguntaba cuando estaba excavando, cómo los guías después explicarían todo aquello que ella tenía por primera vez ante sí. Y, cosas de la vida, ella está trabajando como guía allí dónde antes excavó.

En una época este edificio sufrió un gran asalto: desvalijaron casi todos los libros para quemarlos. Pero, algunos ejemplares se salvaron. Hoy estos “tesoros” son piezas únicas de museos y archivos.

En la planta primera hay otro techo, éste de madera repleta de historias y personajes. Uno no sabe dónde mirar cuando entra pues todos los recovecos tienen su detallito.

Y seguimos nuestro paseo granadino “por todo lo alto”.

El Albaicín es un barrio de esos que uno se pierde fácilmente por sus calles, y la pérdida merece la pena. Es más, una vez dentro, uno no quiere encontrar la salida. Ya los accesos son de por sí muy bonitos. Uno de ellos lo es por la Carrera del Darro. ¡Una maravilla! Esta calle está en el catálogo de las más bellas del mundo. ¡Cómo para perdérsela!

Pero otro de los accesos lo es por la >. Y aquí nuevamente nos van a doler un poco las cervicales. Las tiendas de lámparas iluminadas por la noche vienen a ser… ¡todo un cielo de estrellas! Y, tampoco exagero aquí con la belleza que verán.

 

.- Doctor, ¿qué receta me da para esta tortícolis?

.- Este “dolor”, una vez que se siente, ya es para toda la vida. Y es que la belleza de Granada se queda adherida al corazón.

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