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Murcia, love's in the air

Un recorrido musical por la huerta de Murcia, con un toque amoroso;)

 

Vamos a alargar un poquito el espíritu amoroso de San Valentín. Y para ello nos vamos de paseo y, también de ligoteo, por la huerta de Murcia.

Danza del cortejo amoroso

Y es que literalmente en Murcia, el amor flota en el aire. Afinen el oído que el viaje lo hacemos con música de fondo. Cojan la batuta que les cuento.

En un día soleado, una de las sorpresas más curiosas de la huerta es la danza del cortejo amoroso en el cielo: Los palomos “revolotean” en lo alto, queriendo conquistar a la paloma. Una sola hembra entre el “remolino” de aves. Será ella la que elegirá a su compañero. Eso sí, mientras que están todos “de ligoteo” volando, podemos verlos y… son muchos los giros y acrobacias de las aves, pues la paloma, cosas de la vida, siempre se hace de rogar un poquito. Y mientras tanto, los dueños de los palomos sufriendo por ver quién se queda con la prenda. Cada propietario reconoce fácilmente a su palomo por la decoración de colores.

Hay que andarse con un pelín de cuidado en este paseo porque en nada que nos despistemos, podemos llegar a algún choque inesperado. Desde tierra, los palomistas con sus motos van siguiendo este baile y no quieren perderse detalle. Y claro, aquello de ir mirando hacia arriba, con la fijación puesta en su palomo y, nosotros, los paseantes, también mirando hacia arriba absortos con el deleite del cortejo, puede terminar en un: ¡zas! y se producirá el encuentro, no amoroso en este caso.

Si este paseo lo hacemos con música, resultará casi mágico ver esta danza y escuchar la 6ª Sinfonía de Beethoven justo en el movimiento de la “Pastoral” donde se oyen los pájaros. Será seguro uno de esos momentos que nunca olvidaremos. Es un truco que yo tengo con amigos de fuera a los que les enseño las riquezas huertanas. Por aquello de multiplicar la belleza, les paso los cascos para que vean el cortejo de los palomos con este movimiento sinfónico. Han pasado años y, ya les digo, aún lo recuerdan cuando vienen de nuevo.

Dar un paseo por la huerta de Murcia es casi como abrir una caja llena de sorpresas.

Si ya mirar al cielo nos lleva a esta danza amorosa, otro tanto de belleza lo encontramos cuando miramos hacia abajo y, ante nuestros ojos aparecen en todo su esplendor (varían según en qué época del año nos demos el paseo) los productos que más tarde tendremos a la mesa: habas, alcachofas, lechugas, patatas (éstas, escondidas pero fácilmente reconocibles)… ¡Un auténtico vergel a ras de suelo!

Si elevamos un poco el punto de mira a la misma altura de nuestros ojos, el deleite (ahora visual y también olfativo) continúa. Podemos incluso estirar el brazo para coger limones, mandarinas, naranjas, granadas… Vaya que podemos tomar un refresco en plena naturaleza.

Pero aún hay más sorpresas. Una de ellas son las norias en pleno funcionamiento. ¡Cuánto arte e inteligencia práctica unidos! Aquí no hacen falta los cascos, el concierto sonoro lo pone el agua de la noria que es casi como una pequeña cascada.

Alcachofas. Murcia, ¡qué verde era mi huerta!

Pues sí, literalmente en Murcia la huerta es una desmesura de amor y belleza, que tiene el añadido de poder luego verla más tarde convertida en un manjar sobre una buena mesa. Estas verduras a la plancha tampoco las han olvidado mis amigos de fuera. ¡Si es que la huerta tiene un no sé qué que enamora hasta las palomas!

Si esta explosión de manjares y curiosidades son los del invierno, esperen a que llegue la primavera entonces ya… ¡es el acabose! En estos casos, como habrán intuido, cambio Beethoven por Vivaldi y a mis amigos les pongo en los cascos “las cuatro estaciones”. Una, que sabe adaptarse al calendario.

Como ven –y como oyen- la huerta de Murcia es toda una partitura musical y… ¡bien “completica” además! ¿Se vienen de paseo? Habrán intuido que en este viaje, nunca se pasa hambre.

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