El destino de nuestro viaje nos lleva a un rincón en pleno centro de Madrid, al centro de arte CaixaForum. Y lo vamos a conocer a través de dos conversaciones.
Los arquitectos insistían una y otra vez, muy seguros de sí mismos: “Que sí, que vamos a crear una plaza diáfana, con una gran zona verde y, por supuesto vamos a respetar la idiosincrasia del edificio industrial antiguo”.
Los propietarios, escuchaban algo incrédulos, pues no terminaban de imaginar que en una zona de calles estrechas, sin ninguna plaza, sin zonas verdes y con una fábrica, fuera posible esta promesa.
Finalmente el pliego con todas estas condiciones de futuro se firmó. Y los arquitectos cumplieron con lo estipulado. La sensación de estar en una plaza diáfana lo han conseguido liberando de construcciones toda la planta baja, con la sola excepción de la caja de escaleras. El edificio comienza en voladizo en la primera planta.
También respetaron las restantes cláusulas pues se ha mantenido la fachada de ladrillo visto de la antigua industria (una central eléctrica). Y lo mejor de todo, “ha brotado” un verdadero jardín allí donde nadie pensaba, donde no había terreno, donde la línea vertical no daba ninguna pista de que sería el parterre de un edén.
El caso es que he visto muchas exposiciones interesantes en el interior de CaixaForum. Es casi una parada de esas obligadas cuando viajo a Madrid. El acceso por la escalera de caracol es una “auténtica joya” pues a mí siempre me parece estar en el interior de un diamante. Pero aún esta bonita acogida que te anima a entrar, sigo pensando que la verdadera obra de arte está en el exterior. El protagonista que te paraliza antes de entrar. Sí, sí hablamos del jardín.
Un botón de muestra es justamente este jardín vertical. A mí me encanta hablar con los “artistas”, en este caso con los jardineros.
¿Una pared? ¿Un jardín? No. Se trata de una auténtica obra de arte.
Estos jardineros cuentan ya con tanta experiencia que el botánico que ideó el mural les ha dado carta libre. Patrick Blanc vino inicialmente pero ahora, son ellos los que van diseñando, según qué época del año sea, variando las formas, los tonos… Vaya que se trata de una obra de arte verdaderamente “viva”. Con la ayuda de un vehículo “tijera”, van “podando” el boceto vegetal hasta el punto más alto.
Al principio ellos mismos no creían que pudiera mantenerse el verdor desafianzado la línea horizontal de todo jardín. Pero luego, cuando han visto crecer algunas plantas más de un metro y medio, saben que la naturaleza puede con los retos más difíciles. Eso sí, en verano con el sol, es cuando el mantenimiento de la obra es más delicado. Y estos expertos toman sus precauciones con plantas más resistentes.
En estas charlas siempre me cuentan algunos trucos propios de la maestría de todo artista. Uno de ellos es que allí donde no llega el ángulo de visión de las cámaras de seguridad los amigos de lo ajeno aprovechaban para llevarse un trozo de esta obra de arte. Ahora en este lugar, ponen las plantitas más feas y, claro, ahí se quedan. Ya no resulta tan tentador aquello de arrancarlas.
La parte trasera de este “lienzo” esconde dos puertas para poder dejar dentro todos los utensilios. Y también hay una escalera interior para poder “trepar” por el jardín. Es complicado subir por ella, según me dicen.
Recién puestas las bolsitas, hay que fijarse bien para verlas. Pero ya, cuando han pasado unas semanas y las plantas han crecido, me animan orgullosos a que las toque y así comprobar “los gorditas” que están las plantas. El sistema de riego por goteo –con sus vitaminas y todo- aporta también su parte a este crecimiento.
Cada vez que veo a los jardineros me regalan una de estas bolsitas que van poniendo y cambiando. Son los parterres sui generis de estas plantas. Se trata de un trozo de tela de textura parecida al fieltro, del tamaño de media cuartilla que retiene un poco la humedad y sujeta la planta. Si se acercan un poco a esta pared artística se pueden ver con mucha facilidad. Me insisten para que en mi casa comience con mi propio jardín vertical. En ello estoy aún.
Tengo que ir a ver otro jardín que también cuidan los mismos jardineros, mucho más pequeño en la planta veinticinco de uno de los edificios del norte de Madrid. Ahí el reto, me cuenta el “artista” ha sido aún más complicado, porque ahora no es sólo la línea vertical sino que además, está en el interior, allí donde el sol no choca directo. Pero a un artista, los retos… ¡los que sean!
Pues sí, hablando se entienden -también- los lugares.