El aeropuerto de Amsterdam tiene un rincón especial, que es un pequeño lujo. Pero debemos tener cuidado porque si nos entretenemos demasiado en él, corremos el riesgo de perder el vuelo, porque este aeropuerto es… ¡de los grandes!
Está en el top ten del ranking mundial por el número de pasajeros/año. Se suma a ello el dato derivado de ser “aeropuerto de enlace” al servir como escala en Europa de muchos vuelos internacionales (junto con los aeropuertos de Frankurt y Paris-CDG). Son muchos los años en los que ha recibido el premio al “Mejor aeropuerto del mundo”.
Estas grandes dimensiones obligan, como en otros muchos aeropuertos de parecidas extensiones, a indicar el tiempo que tardaremos en llegar a pie a cada puerta de embarque. Hechas estas advertencias de rigor -pues no quisiera yo que le cogieran el gusto a este rincón y que, por mi culpa, pudieran perder su vuelo–, paso a presentarles esta “sala de espera” peculiar al aire libre.
Los fumadores estarán de suerte pues pueden hacerlo en ella. También lo están los amantes del café y la cerveza, cuenta con un pequeño bar. Junto a este lugar se encuentra la zona de juegos infantiles. Así que, si la espera es larga y la familia numerosa, también puede ser una buena opción.
Hablamos, como ya se habrá intuido, de la “terraza panorámica”. En muchos aeropuertos me he encontrado –yo misma confieso que he llegado a hacerlo en alguna ocasión- con personas con las manos y cabeza pegadas a un cristal, para ver una maniobra de un avión. En esta terraza se puede ver todo el trasiego que hay en torno a un aeropuerto: su día a día, los movimientos de todos los trabajadores, las operaciones de carga y descarga… Mejor aún, no sólo verlo, sino también oírlo, pues las pistas de aterrizaje y despegue están a la vista desde esta terraza. Garantizado queda que en esta terraza no pasarán ni un minuto de aburrimiento.
En ella hay colocado un avión que puede ser visitado por dentro. Se trata de un avión real, nada de maquetas de cartón piedra. Sorprende lo pequeño que se ve el interior cuando no tiene asientos. Y lo mejor, en la cabina se explica para qué sirve cada botón. ¡Un poquito complicado se antoja el manejo de los mandos!
La ubicación de este aeropuerto es de las que desafían un poco a la naturaleza, lo que le da un plus a su valía. Está construido en un terreno ganado al mar. Son los llamados: “pólders holandeses”. No se podría entender la idiosincrasia de este país sin valorar su relación con el control y dominio del agua. ¡Qué mejor prueba de ello que sus canales! Pues bien, el aeropuerto no podía quedarse atrás en esta íntima relación tierra-mar. Cuando se estaba construyendo, se encontraron en las excavaciones muchos restos de embarcaciones de lo que entonces era franja marítima. De ahí el nombre del aeropuerto “Schiphol”, que significa literalmente: “madera de los barcos”.
Tiene otro dato más en estas singularidades. Es el aeropuerto más bajo del mundo. Está construido a unos cuatro metros y medio por debajo del nivel del mar.
Así las cosas… ¿Quién dijo que esperar nuestro vuelo en un aeropuerto era aburrido? Es más, si hay un pequeño retraso: ¡bienvenido sea!