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Ana María Tomás

Escribir es vivir

¿COMPRAR AMOR?

 

Quizá los más jóvenes no hayan tarareado nunca una hermosa copla que decía: “Ni se compra ni se vende el cariño verdadero. No hay en el mundo dinero para comprar los “quereles”. El cariño verdadero ni se compra ni se vende”.  Y cuando digo cariño verdadero no sólo me refiero al que, hipotéticamente, pueda “negociarse” o pensarse que se compra entre seres humanos, sino entre animales racionales -léase hombre- y otros, supuestamente y sólo supuestamente, irracionales -léase perros, por ejemplo-.  Sin embargo, hay algunos humanos que pertenecen a uno de los sectores más “irresponsables” en cosas del amor, tanto para los animales, como para los humanos, incluidos ellos mismos: porque no miden el alcance de sus acciones. Ellos piensan que no sólo pueden comprar amor y lealtad, sino que pueden darle una patada en el culo cuando suelte el ídem, por las alfombras de la casa, ese amor peludo. Y para ellos va hoy este artículo. Y va para ellos porque son muchos los que en estas fechas andan cavilando qué regalo comprar para acertar o complacer a los nenes de la familia y en esas cavilaciones entra la posibilidad de comprar un cachorro.

De entrada, tal y como está el patio, deberíamos mentalizarnos de que el primer mandamiento para estas fechas que se acercan no es el comprar compulsivamente, ni siquiera comprar. La Navidad, tan querida por algunos y tan denostada por otros, no es más que una fecha religiosa para quienes creemos que se conmemora el nacimiento de Dios hecho hombre. Pero si usted decide celebrarlo honrando a la sociedad de consumo comprando regalos, cosa que les parecerá estupenda a los comerciantes, por favor, por favor… antes de ir a tontas y a locas a darles gusto a sus hijos, que quieren un cachorrico, como si fuera un peluche, deténgase unos minutos y permítame hacerle una reflexión en nombre de tantos y tantos animalicos abandonados en carreteras, campos, gasolineras, o muertos de las mil maneras inimaginables.

Usted puede comprar un perro. Y, desde luego, en contra de lo que asegura la canción, yo le garantizo que en el paquete usted está comprando el mayor de los amores y la mejor de las lealtades. Su perro siempre le amará, aunque lo deje solo o descargue sobre él sus malos humores. Su perro siempre le será fiel, aunque no se cuide o se convierta en una piltrafa humana. Su perro lo amará quizá más de lo que usted pueda amarse a sí mismo y jamás lo abandonará. Los telediarios están llenos de ejemplos de animales que esperan a sus dueños a las puertas de los hospitales o en estaciones de trenes durante años, hasta que mueren allí sin claudicar a la esperanza de volver a lamer a sus amos.  Y sí, también es verdad que quien piense que no puede comprarse la felicidad no ha pensado en comprar un cachorro. Normalmente, todos los niños quisieran tener un perro, el problema es que no todos los padres piensan lo mismo porque tener un animal en casa no es tener un muñeco, es un ser vivo que necesita cuidados y tiempo. Y ya sabemos cómo andamos de tiempo… Ahí usted puede decir un rotundo no, o aprovechar la mejor de las oportunidades para enseñar responsabilidades, constancia y amor a sus hijos. Claro que, para eso, ha de tener muy seguro que está dispuesto a cuidar a ese cachorro aun cuando se haga un pedazo de perro. Si, por el  contrario, cuando crezca, le moleste o ya no le sirva, usted lo abandona, no le quepa duda alguna de que también le estará enseñando una lección a sus hijos. Quizá algún día hagan con usted lo mismo.

No crean que dudo mucho sobre si los perros razonan o no. A veces, el mío (ya tengo otro) lo hace con tanta coherencia como podría hacerlo un humano -o mejor-, pero sí estoy segura de que son capaces de sufrir, por eso, no necesito hablar con ellos, como el Dr. Dolittle, para saber el dolor que sienten ante el abandono de quienes para ellos son su familia. Hay muchos, muchos perros abandonados, así que, si quieren sentir la felicidad que sólo tener un animal en casa despierta en el alma, adopten uno abandonado y verán lo que es gratitud.

Y si no se considera con fuerzas para disfrutar del amor incondicional de un animal a cambio de cuidar de él, dígaselo a sus hijos. Enséñeles el valor de asumir decisiones que no sólo afectan a su persona. Enséñeles que el amor, aun comprado, ha de ser para cuidarlo siempre.

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