Amanece, húmeda bruma matutina
que levanta el día,
mientras el sol agujerea y rompe las
densas nubes y en esto, llego al puerto.
Barcos que regresan de su larga noche
arrebatando su población al mar, pero sin reproche,
veleros que zarpan a sotavento
para disfrutar de su tiempo.
Barcazas que trasladan deportivos buceadores,
con sus trajes espaciales, buscando aventura y amores.
Pescadores, caña en mano,
esperando que al engaño de su cebo, pique el mero.
Comensales en el Paseo de la Barra
disfrutan del desayuno de la Tana,
y junto la bocana del puerto la torre veo,
una sola campana que repiquetea llamando a los feligreses
para su devoción mariana.
Cruzando al Paseo de Levante, y siguiendo el perfil de la playa,
altos edificios, que del mar emergen, buscando el cielo,
y sus negras sombras invaden la blanca arena; primero Varadero,
después el Gran Zeus, padre de dioses.
Mediando, Entremares, santuario termal,
donde repongo mi cuerpo de los avatares.
Mi escocés en el Hexágono, siguiendo, Frontera con Euflo.
Y en dirección a la playa, El Caribe, no el tropical,
pero puedes tomar unos vinos o un ‘continental’,
mientras parlotean los loros-periquitos.
Quizás no sea de gran interés lo que aquí relato
pero para mí, es un lugar de descanso muy grato.
Pd.- La próxima: Calas del Este y salinas de Poniente, para no perderte.
Murcia, 23 de mayo de 2013