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Juan José Ríos

La i de innovación

La parte contratante de la primera parte ….

Tiempo aproximado de lectura: 3 minutos

 
Cambio de planes

     La verdad es que hoy pensaba escribir sobre las grandes posibilidades de negocio que ofrece el desarrollo de apps para salud, pero se me ha cruzado en el camino una experiencia con mi banco que me ha hecho cambiar de idea.

 El problema no es la tecnología

   Tratando de activar una tarjeta supermoderna,  que permite realizar pagos por el móvil con la tecnología contactless, he sufrido un auténtico calvario, no ocasionado por motivos “técnicos” sino por razones de falta de “amigabilidad”: solicitud de códigos cuyo significado no resulta obvio para un usuario normal: identificador de operaciones, CVV, código de la tarjeta,… todos diferentes de la clave de acceso al cajero.

Unos mensajes de ayuda al usuario penosos y un teléfono 902 a prueba de nervios han completado un cuadro disuasorio inexplicable en una entidad que ha invertido mucho dinero en un sistema tecnológico y en una costosa campaña de marketing y que sin embargo no ha cuidado la parte más sencilla y económica del proyecto: la amigabilidad.

Un caso anterior igual de irritante

Las AAPP no se suelen caracterizar por ponerse en el lugar del receptor  de sus comunicaciones. No hace mucho recibí una resolución (3 folios, 3, de letra apretada y llenos de tecnicismos jurídicos) de un organismo oficial  que no fui capaz de descifrar y que me obligó a presentarme en sus dependencias donde comprobé, entre aliviado y horrorizado, que había una cola descomunal de personas que habían recibido la susodicha notificación y que, como yo, no la habían comprendido. Pensé que la divertida parodia de Astérix “la casa que enloquece” seguía vigente.

Razones

Una de las razones por las que se produce este problema tan generalizado es que los documentos, las webs, las aplicaciones, son elaboradas por expertos en la materia  (abogados y tecnólogos fundamentalmente) que con frecuencia carecen de la empatía necesaria para comprobar si los usuarios medios comprenden con facilidad los contenidos que les transmiten o las instrucciones a seguir en un determinado proceso. En su defensa, cabe argüir que estos técnicos no tienen por qué serlo también en comunicación y en pedagogía, y que posiblemente, tampoco reciben directrices en este sentido.

En todas las Administraciones Públicas existen órganos especializados en la relación con los medios, pero no abundan las iniciativas enfocadas a mejorar la comunicación con empleados y ciudadanos. Esta, es en mi opinión, una asignatura pendiente en las AAPP. No existen departamentos especializados en comunicación interna ni en velar por la calidad y amigabilidad de los puntos de encuentro con los ciudadanos.

Comunicación y empatía

Una Administración innovadora debe ser sencilla y entendible. Mejorar la amigabilidad de las comunicaciones escritas o electrónicas con los ciudadanos (ver el ejemplo del Gobierno Vasco) es una cuestión en absoluto baladí, en mi opinión, dentro del paradigma de Gobierno Abierto. No serían despreciables los recursos que se ahorraría la Administración (y por lo tanto, todos) y de tiempo, gastos e irritación que se evitaría a los ciudadanos si las instituciones fueran más empáticas con nosotros.

El penúltimo jeroglífico publicado en el BOE

Recomiendo, por divertido pero al mismo tiempo por inexplicable (¿quién debe revisar los textos y comunicaciones oficiales?), este post de Gerardo Bustos, sin olvidar este otro, no menos interesante, del periodista Javier Badía, que incluye un vídeo breve de Alan Spiegel, consultor activista de la lucha contra la complejidad administrativa que respondió con eficacia a un reto que le lanzó Obama.

El poder de lo simple

Para terminar este post de hoy no me resisto a recoger este ejemplo de lenguaje farragoso extraído del libro “El poder de lo simple” (Jack Trout)

¿Qué pasaría si algunos de los dichos famosos se hubiera escrito con un estilo más espeso y algunas palabras exóticas?

 No por interrumpir el sueño anticipadamente, se inicia la aurora antes de su referencia horaria  (No por mucho madrugar, amanece más temprano).

 

 

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Sobre el autor

Si tuviera que definirme en pocas palabras diría que me considero catalizador, promotor de cambios. Dentro de un espíritu inquieto y de sana rebeldía, me gusta definir las actuaciones dentro de un marco que las dote de coherencia. Me importa mucho el entendimiento personal. Mi mundo, hasta los 26 años, se ceñía exclusivamente al ámbito educativo. Estudié Matemáticas y la salida inmediata era la enseñanza. Nunca pensé que podría dedicarme a algo diferente. Me tocó vivir la eclosión de los ordenadores personales de la década de los 80. Empezaron a dotarse los centros educativos de PC ́s. Fui uno de los profesores de Informática de este primera ola. En esta época, junto a un amigo, adquirí mi primer ordenador personal (carísimo) para uso empresarial. Empecé a conocer el mundo de la empresa. En la década de los 90, me cautivó el Informe Bangemann, como marco inspirador de la Sociedad de la Información. De la mano de Juan Bernal, Consejero de Economía y Hacienda, fui Director General de Informática de la Comunidad de Murcia. Fue una etapa apasionante y creativa donde abordamos proyectos como la Red Corporativa de Banda Ancha, la adaptación al euro y el año 2000, la implantación de SAP o la realización de uno de los primeros proyectos de ciudad digital de nuestro país (Ciezanet). Compaginé, durante muchos años, la docencia con el desempeño de puestos de responsabilidad en empresas regionales del sector TIC. En 2009, como profesor, puse en marcha un proyecto innovador cuyo objetivo fundamental era comprometer a los padres en la mejora del rendimiento educativo de sus hijos (proyecto COMPAH). Empecé a familiarizarme con el mundo 2.0 y a emplear estos recursos en mis clases. Como admirador de Morris Kline, soy un amante de las aplicaciones de las Matemáticas al mundo real como elemento motivador de su estudio por parte de los alumnos. Mi primer contacto con las metodologías de la innovación (Design Thinking) se produjo en 2010, de la mano de un consultor, Xavi Camps, que me hizo ver que la creatividad y la innovación son la base de la prosperidad de las organizaciones y que estos atributos se pueden entrenar y perfeccionar. Desde entonces, soy un apasionado de la innovación como concepto transversal. Creo profundamente en la innovación pública. Las instituciones no pueden seguir funcionando casi como en el siglo XIX. Deben transformarse, en el contexto del paradigma de Gobierno Abierto, para convertirse en organizaciones centradas en los ciudadanos, transparentes, sostenibles, eficientes, ligeras y facilitadoras de la actividad empresarial y de la creación de empleo de la mano de iniciativas como el Open Data. Como ciudadano me preocupa especialmente la sostenibilidad de la sanidad pública, y de las pensiones, ahora que voy viendo cada vez más de cerca la edad de la jubilación. No sé contar chistes pero me divierte el humor surrealista y los juegos de palabras, que a menudo sufren familiares y amigos. He trabajado como asesor de innovación en la CARM (2012-2016). Actualmente he vuelto a mis clases en el IES Alfonso X El Sabio, soy Director Adjunto de la Cátedra Internacional de Innovación de la UCAM y participo en un proyecto empresarial.


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