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Javier Ballesta

Acuse de recibo

Más respeto, por favor

En los últimos tiempos observamos cómo, en algunos escenarios de la vida, anda el personal algo inquieto, nervioso, al acecho y sin contemplación, tirando fuerte a dar. En muchas situaciones parece que se impone un estilo, un modo de hacer y de llevar los asuntos terrenales con fuerza, esgrimiendo razones que suenan más a tener cierto poderío investido, como si se tratara de querer ser aún más y no bajar la guardia. Algo así lo vengo observando en profesionales de diferente oficio y beneficio, no sólo en la clase política, también se da en ambientes diversos como por ejemplo, en las reuniones de trabajo, de vecinos, ante las colas de cualquier entidad bancaria, del supermercado y en muchas otras escenas en las que nos hemos visto implicados.
Y es que el respeto hacia los demás no está de moda, tampoco se favorece en nuestra sociedad, donde reina la tendencia de que hay seguir defendiendo el territorio y la parcela propia, caiga quien caiga, a toda costa, porque al parecer es la única que a algunos le sirve para distinguirse del resto. Esta inercia que se vislumbra en los episodios cotidianos que aguantamos en la calle se está estandarizando de tal manera que en muchos momentos vemos siempre más de lo mismo y donde nos cuesta ver que es importante saber estar, escuchar, valorar lo que dice el otro y buscar esa objetividad ante cualquier tema.
El otro día, sin ir más lejos, escuchaba cómo un susodicho comentaba aquello de “es que no nos aguantamos”, se refería a la bulla que se propagaba en una tertulia mañanera de la tele, donde todos hablaban a una, nadie escuchaba, cada uno decía su opinión que era su verdad y donde se gritaba sin parar, mientras el presentador silenciaba y permitía el escándalo. Ese mismo día pude también comprobar cómo se colaba más de lo mismo en otro canal, también ante un tema, una tertulia donde partidarios de uno y de otro provocaban el rifirrafe, como si tal cosa, en medio de ese bufoneo constante que buscaba el aplauso del público del plató que marcaba el termómetro de las intervenciones.
Este modo de llevar estos menesteres nos influye, de forma negativa, ante la manera de encajar lo que se dice y se sabe sobre lo defendido. El derecho a dar la opinión, de argumentar y de exponer tiene que estar unido a saber respetar otras opiniones, valorar lo ajeno y no atacar antes de conocer lo que se dice. Al mismo tiempo necesitamos reconocer al que opina, quién habla, quién dice, qué sabe…
Este descubrimiento nos llevaría a pensar más en el poder y querer cambiar actitudes hacia los demás que daría lugar a un mayor entendimiento, comprensión, respeto y reconocimiento de la autoridad como valor, no como imposición. Sin duda, mucho tienen que hacer las escuelas, pero aún más las familias, los medios de comunicación y los que no predican con el ejemplo.

El blog de Javier Ballesta

Sobre el autor

Articulista de Opinión del diario La Verdad. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. @javier_ballesta


octubre 2010
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