La Comisión de Ciencias Humanas de la Real Academia Española de la Lengua ha aceptado que la palabra paparajote sea incluida en su diccionario. La decisión está pendiente de su refrendo por el pleno de la Institución. Así lo anunció el académico y escritor cartagenero Arturo Pérez-Reverte en su cuenta de Twitter. Desconocemos si el escritor ha utilizado el viejo truco de ofrecer a los adustos académicos este postre típico de Murcia sin advertirles previamente de que la hoja de limón no se come, como método de choque para convencerles de que acepten la propuesta.
Bromas aparte, el asunto es más importante de lo que parece. Las cosas solo existen si se nombran. Ya saben; en el principio fue el verbo. Nuestra forma de percibir la realidad está íntimamente conectada con nuestra capacidad de compartimentarla a través del lenguaje, de discriminarla en unidades discretas. Y, desde luego, la aspiración de toda palabra en castellano que se precie está en ser aceptada en ese ilustre registro que da carta de naturaleza a su existencia: el diccionario de la RAE. ‘Paparajote’ abandona así ese inmenso magma de las palabras habladas para fijarse, limpiarse y recibir el esplendor que emana de la docta institución.
Lo importante aquí es que la relación entre el nombre y la cosa nombrada, entre el mapa y el territorio es siempre bidireccional. El lenguaje cambia la realidad, o al menos, su percepción, al igual que nuestra percepción de la realidad configura el lenguaje. Y las connotaciones que atesora el uno acaba impregnando a la otra. A partir de ahora, el paparajote se reviste de cierta respetabilidad, deja de pertenecer exclusivamente al ámbito popular y a las estrechas fronteras del localismo y acabará transmitiendo esas nuevas cualidades al objeto que nombra.
El nombre es el traje de la cosa que nombra, su tarjeta de visita. Cuando se pronuncia, el receptor se crea una imagen mental de lo nombrado en función de su experiencia, tanto con la cosa nombrada como con la propia palabra y su campo semántico (conjunto de palabras relacionadas por su significado). A partir de la inclusión de ‘paparajote’ en el diccionario de la RAE, cambiarán las connotaciones de la palabra y, consecuentemente, del objeto que nombra. Estoy seguro que los pasteleros murcianos, con el tiempo, comprobarán estos cambios.
Y por favor: cuando hagáis paparajotes en casa, no olvidéis dejarles reposar un minuto sobre una rejilla metálica o un colador.