Hay toda una gastronomía escondida tras las vallas de los resorts de golf. Y digo ‘escondida’ porque la propia existencia de esas vallas, las barreras de las puertas de entrada, las casetas de seguridad con los uniformados observando al visitante seguramente echen para atrás a aquellos que piensan que se trata de lugares privados, exclusivos para los residentes o socios y destinados solo para quienes practican ese deporte. Y nada más lejos de la realidad. Lo único que tiene que hacer uno cuando detiene su coche frente a una de esas barreras levadizas… es saludar. Por educación, vaya. La entrada es libre para todo el mundo. Y por supuesto para quienes quieran comer, o simplemente tomarse unas cervezas y un aperitivo en un entorno idílico. Porque eso es de lo primero que podrá disfrutar quien lo haga: de establecimientos cuidados al detalle, vistas magníficas y tranquilidad absoluta: silencio, ausencia de tráfico, el canto de los pájaros… Y la gastronomía. Porque ese es otro de los prejuicios. Se tiende a pensar que en estos lugares, dado el tipo de residente, mayoritariamente ‘guiri’, ducho sea con todo el cariño, y, además, golfista, no se sale del sándwich, la hamburguesa y el bocadillo de patatas fritas (si, bocadillo de patatas fritas, han oído bien), todo ello, convenientemente aderezado con kétchup y mostaza y regado con gigantescas pintas de cerveza sin un milímetro de espuma.
Pues están equivocados. En Roda Golf, por ejemplo, está una de las mejores cocinas de la Región, la del restaurante Collados, donde Amancio y su mujer ofrecen un gran menú en un maravilloso entorno. Dentro del complejo de La Manga Club hay, entre otros, un restaurante internacional, un buen italiano, un restaurante Indio, un magnífico tailandés, un americano, uno de los chiringuitos más espectaculares de la costa murciana y un divertidísimo y barato restaurante típicamente inglés, el ’Si’, repleto de pantallas de televisión, donde poder degustar un curry, unas patatas asadas con carne o unas costillas barbacoa. En el resort del Mar Menor, además del restaurante propio del hotel y de un gran bufet-brunch, hay un japonés. En el resort El Valle (al que corresponden las fotos), el amigo Julián puede oficiar de intermediario con el cocinero para que les pongan unos creativos snacks, comerse unos jalapeños rebozados o una buena pasta, con una de las mejores vistas desde el puerto de la Cadena hasta el Mar Menor. En el campo de las Colinas, ya en la zona de Campoamor, oficia la cocina del Enso Sushi. ¿Qué más se puede pedir?