Mal mayor
Bueno, pues ha terminado el  que podríamos llamar ‘el verano de la turbidez’. Si La Manga fuera una pasarela suspendida del vacío, todos nos habríamos caído hacia el lado del Mediterráneo. Las playas ‘exteriores’ estaban a rebosar y las ‘interiores’ vacías. Y así les ha ido a los hosteleros y restauradores de la zona. «Ha sido un verano devastador», se lamentaba no hace mucho la presidenta de Hostemur, Soledad Díaz. Y es muy probable que así haya sido, a tenor de las escenas de playas desiertas. Donde parece algo más indecisa la representante de los empresarios del sector es en fijar las causas de tal devastación. Porque en esas mismas declaraciones  señala que el problema ha estado en el estado del mar y en que las informaciones divulgadas han sido «muy difusas, perjudicando al turismo». Es decir, en un discurso que tiene mucha prédica entre los responsables de la situación, señala como parte del origen del mal en la difusión de la información de los hechos, y no en los hechos en sí: en este caso, que ha acabado ocurriendo algo que en esos medios que han informado este verano venían denunciando desde hace treinta años, sin que responsables políticos de uno y otro signo hicieran nada por evitarlo y sin que nosotros, los probos ciudadanos, nos hayamos molestado un ápice en exigir soluciones –salvo un puñado de ecologistas que con una tenacidad digna, esta vez sí, de esta causa, han estado predicando en el desierto–. Es verdad que Soledad Díaz termina señalando que «nos aseguran que el verano que viene vamos a tener un Mar Menor limpio y sin vertidos». Ahí debe estar el foco, y no en difusas apelaciones al mensajero. Con un Mar Menor limpio, los turistas regresarán a las playas, comerán en los chiringuitos y restaurantes y se alojarán en los hoteles. Y entonces, las informaciones sobre el Mar Menor  favorecerán su imagen, porque reflejarán una realidad muy distinta de la de este verano. Y lo demás son pamplinas.