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Pachi Larrosa

El Almirez

La Encañizada

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El Mar Menor es un joyero. Su aterciopelado interior guarda con celo piezas de gran valor. Gastronómico, histórico, medioambiental, etnográfico, económico… Y una de sus joyas más preciadas es la Encañizada. O las encañizadas, de las que en otros tiempos llegó a haber hasta cinco. Hoy solo existe una, la de La Torre, en producción. La única de España. La otra, la del Ventorrillo, está abandonada y el edificio de servicio, en ruinas. Impulsado por el Ayuntamiento de San Javier, la Comunidad Autónoma estudia un proyecto de recuperación. Pero el presente es la Encañizada de La Torre, explotada mediante concesión por una gran empresa de pescados y salazones. Una encañizada es un sistema centenario de pesca pasiva, que trajeron los árabes. Esto, en cuanto la datación documentada ,porque hay quien sostiene que procede de los fenicios. Y es un sistema tremendamente ingenioso. En los meses de octubre y noviembre, el enfriamiento de las aguas de los dos mares es dispar. El mayor volumen de la cuenca mediterránea hace que durante estos dos meses sus aguas estén más calientes que las del Mar Menor, un fenómeno que provoca corrientes de agua en dirección a la laguna salda. Los mújoles, las doradas, las lubinas se ven atraídas por esa mayor temperatura y se lanzan contracorriente… para acabar en un intrincado laberinto de cañas redes y estacas, con compuertas que solo se abren en una dirección para acabar en una especie de corrales donde son capturados. Un sistema de pesca muy poco agresivo para el pescado y medioambientalmente sostenible. Y eficaz: en la Encañizada de la Torre se extraen entre 20 y 30 toneladas de pescado al año. ‘Travesía’, ‘paranzas’, ‘embustes’, ‘corrales’… nombres con los que se denominan las diferentes estructuras de la encañizada, presididas por la casa de servicio, restaurada en 1998 y que se ha convertido en un icono del Mar Menor. Aquí se accede en barco, con la condición de que tenga muy poco calado, porque hay zonas donde la profundidad es apenas de un metro y donde las formaciones de posidonia se pueden tocar con la mano. Y aquí siempre hay, al menos, una persona… y ‘Cohete’, un parsimonioso perrazo, tranquilo y de aire indiferente que por la noche se transforma en un insobornable guardián de esta joya del Mar Menor.

Sobre el autor

Periodista, crítico gastronómico. Miembro de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia.


julio 2018
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