La frase del titular es como un epitafio que termina con cualquier posibilidad de discusión. “Esto es así” viene a significar “…y punto”. Tajante fórmula mágica con la que se conjuran hipotéticas quejas, lapidario corte de mangas verbal, es equivalente al “cambio y cierro” de la comunicación radiofónica. Y claro, cuando esto te lo espeta un camarero ante una queja tienes dos opciones: callarte, pagar, marcharte y no volver; u olvidar la educación que te dieron tus padres, mandarle a la mierda, decirle que se coma él esa basura y exigir el libro de reclamaciones. Cuando a uno le ponen, en un conocido bar de Águilas, un plato de pequeños trozos carbonizados (literalmente) bajo el nombre de pulpo seco a la brasa (se supone que el pulpo está escondido debajo de la capa de cenizas abrasadas) y al hacérselo saber a la camarera (después de haber pagado), esta te contesta “es que es así”, no te quedan otras opciones. Fui educado. Cuando bajo el nombre de arroz caldero le plantan a uno, en un conocido restaurante de La Manga un plato de arroz que hay que comérselo con cuchara, señala que alguien ha confundido los estados físicos de la materia (ya saben: los científicos solido, líquido gaseoso, y los populares ‘escurrio’, acuoso y meloso), y el camarero, sin sonrojo alguno, afirma categórico “es que es así’ se le queda a uno la cara de un besugo a la espalda. Y cuando en un restaurante popular de Murcia, al sentarse uno en la terraza y ante la pregunta por tardanza del servicio te contestan “hasta dentro de media hora que viene mi ‘cuñao’ no servimos; es que es así”, se te pone la expresión de un conejo cuando de noche le das con las luces largas del coche.
Señores empresarios: a ninguno de esos tres lugares volveré en mi vida y no solo no recomendaré a mis amigos y conocidos que acudan a ellos, sino que se lo desaconsejaré vivamente. Afortunadamente son pocos casos, pero siendo pocos, son demasiados. Si un cliente rechaza algo, o se queja de ello, la contestación no puede ser “es que es así”, equivalente a “lentejas”, o “me importa un pimiento choricero lo que opines, con tal de que pagues y dejes de dar el coñazo”. El buen camarero contestará educadamente y oirá al cliente pidiéndole disculpas si no le ha gustado, y después transmitirá su queja a su jefe. Con una sonrisa en la boca. Es que es así.