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Pachi Larrosa

El Almirez

Gobiernos nuevos, viejos retos

Nuevos políticos, retos viejos

Los regidores que salgan de las elecciones, tras el correspondiente mercadillo de pactos deberán afrontar un voluminoso catálogo de retos sobre el sector turístico

18-04-2019.CARTAGENA.AMBIENTE Y TURISMO EN LAS CALLES DE CRATGENA E IGLESIA DE STA MARIA

El nuevo Gobierno regional y los 45 nuevos gobiernos locales que se crearán a partir de la decisión de voto que tomaron los murcianos deberán afrontar un variado cúmulo de retos con el foco puesto en la mejora de la vida de los ciudadanos, única misión que ningún político debiera olvidar nunca. Un mandato ético que choca muchas veces con la dura realidad.

La presente legislatura ha terminado con datos muy preocupantes sobre la economía murciana, suministrados por el Instituto Nacional de Estadística (INE): nuestra región fue la que menos creció en 2018, la mitad de lo que expertos y analistas había aventurado. Y entre los sectores cuyo mal comportamiento tiró hacia abajo de este índice estuvo el turismo, un sector, que desde la administración siempre se ha ‘vendido’ como motor del desarrollo regional. Un motor, por lo visto, gripado por su propia estructura y funcionamiento. Expertos consultados por ‘La Verdad’ poco después de la publicación del informe del INE señalan la baja productividad y la poca capacidad de este sector (entre otros) para generar valor añadido como algunas de sus debilidades, que, además se habría visto especialmente perjudicado (junto al inmobiliario) por la incertidumbre generada por el Brexit. Todo un problema si tenemos en cuenta que la suma de turismo, comercio y hostelería representa el 60% de la economía de la Región. Añaden esos mismos expertos que la hostelería (y aquí empezamos a hablar de gastroturismo) es un subsector lastrado por empleos precarios y en muchos casos, diarios. Esa temporalidad perjudica gravemente la relevancia del capital humano, su nivel formativo, su estabilidad, y por ende, su productividad. El aumento relevante del gasto en formación del capital humano debería ser una de las prioridades de esos nuevos gobernantes.

Paralelamente, no parece que el cuidado del entorno natural sea una de las virtudes, no solo de las diferentes administraciones, sino de los ciudadanos de la Región, y, mal que nos pese, para comprobarlo solo hace falta compararnos con otras zonas de la península. Y el cuidado medioambiental, la limpieza de nuestras ciudades y sus accesos, el embellecimiento de nuestros pueblos y destinos turísticos y la buena conservación de nuestra costa son elementos esenciales para atraer (y conservar) un turismo de calidad. El turismo gastronómico ha adquirido una gran importancia, y un peso relevante en los números globales del sector. Pues bien, ese turista, de alto poder adquisitivo, busca experiencias globales, incluyendo el disfrute de un entorno a medida de sus altas expectativas. Y aquí se encontrará con suciedad en las calles, vertederos incontrolados, solares abandonados sin vallar, casas sin enlucir y, sobre todo… con el Mar Menor, de nuevo en condiciones inaceptables, pese a los ríos de tinta y promesas que los políticos han desplegado.

Nuestros nuevos regidores deberían poner en contador a cero, olvidarse de un estéril reparto de culpas por los pecados ya irremediablemente cometidos, aparcar su instrumentalización como alimento de protagonismos espurios y conjurarse para proteger de verdad un paraíso que puede acabar destruido en menos de una generación. La primera condición para ello pasa por dejar de utilizar la laguna como un arma política; y la segunda, tener el coraje (es lo menos que se le puede pedir a un político esté en el gobierno o en la oposición) para poner por delante de intereses (legítimos o no, comprensibles o no) de sectores implicados en su degradación un solo objetivo: su recuperación. De lo contrario, corremos el riesgo cierto de quitarle a lo ocurrido en la Bahía de Portmán el triste récord del mayor desastre medioambiental del Mediterráneo en toda sus historia.

Pero además, nuestras administraciones deben apoyar más a los productores artesanales que, fuera de los circuitos industriales y comerciales, aportan valor añadido; facilitar una especie de central de compras a la que los restauradores pudieran dirigirse de manera sencilla y rápida para adquirir esos productos, actuando así como facilitadoras de sinergias entre dos mundos destinados a encontrarse; incrementar su apoyo a las denominaciones de origen de la Región, así como promover su mayor nivel de coordinación; establecer alianzas turísticas entre administraciones, entre territorios y destinos, entre el sector público y el privado, entre municipios; incentivar la formación en cocina y hábitos alimenticios saludables en la escuela pública, de tal manera que los niños de hoy coman mejor al conocer la procedencia real de los productos que cocinan y consumen (que no son los lineales del súper de la esquina), para que después sean adultos más saludables y clientes mas educados gastronómicamente; unos clientes que demandarán y forzarán una gastronomía creativa y de calidad; y acometer con urgencia la mejora de nuestros mercados tradicionales de abastos para que se conviertan en lugares no solo de compra, sino de visita… empezando por el emblemático de Verónicas, cuyo lamentable estado (el de su entorno, pero no solo) quedó de manifiesto no hace mucho en las páginas de este periódico.

Mucho trabajo para nuestros nuevos regidores, solo en el sector del gastroturismo. Pero es que hablamos de un pilar del turismo que, a su vez, es uno de los motores del desarrollo económico de la Región. Un motor al que hay que engrasar e insuflar combustible de manera urgente y decidida.

Sobre el autor

Periodista, crítico gastronómico. Miembro de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia.


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