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Pachi Larrosa

El Almirez

El relato local

La pandemia ha hecho mirar a los pueblos del interior con otros ojos; es el momento de que reivindiquen sus recursos turísticos.

Los arrozales de Calasparra en pleno crecimiento

Un destino turístico es aquella localización geográfica en la que se articula un relato construido por las múltiples aproximaciones que permiten entender el paisaje y sus gentes: la cultural, la gastronómica, la paisajística y medioambiental, la enológica, la étnica, la sociológica… Y quien de verdad está capacitado para narrar esos contenidos son aquellos que los viven apasionadamente porque forman parte de su historia y de su vida
Una vez que hemos despertado a la nueva normalidad, tras la pesadilla, aún inconclusa, de la pandemia numerosas localidades del interior de la Región parecen haber entendido que es el mundo local el que debe controlar esa ‘manija’ –muchas venían haciéndolo antes de la Covid 19 pero hay como un ‘renacer de esas iniciativas’– porque además en ello les va su futuro. Naturalmente la administración regional tiene funciones muy relevantes en la promoción y desarrollo turístico regional: el de elaborar planes estratégicos, asignar recursos a esas iniciativas, llevar la promoción de los destinos de la Comunidad más allá de las fronteras regionales y nacionales, lanzar campañas globales para convencer a los turistas de las bondades de nuestra oferta, llegar a acuerdos con touroperadores y agencias…
Pero al final es el mundo local el que va a recibir a esos visitantes. Son las gentes que viven en ese destino las que conocen a la perfección cada pliegue de una realidad concreta que es la suya, por lo que el valor de la implicación de los ayuntamientos de los pueblos es vital para ‘rematar’ la faena. Y especialmente si hablamos de gastronomía y gastroturismo.
Recordemos que Cieza tomó por la mano hace años ese espectacular recurso gastronómico y turístico que es la floración articulando alrededor de este fenómeno natural Saborarte, una gran feria gastronómica que este año se celebró a las puertas del confinamiento. Hace un par de semanas el Ayuntamiento de Archena, con la implicación personal de su alcaldesa, Patricia Fernández, presentó la iniciativa ‘Archena Gusta’, una serie de rutas tematizadas vinculando las historia y la cultura de la localidad con la gastronomía; en Bullas llevan varios años celebrando Vinarte, un intenso programa de actividades relacionadas con el mundo del vino vinculado a sus diferentes contextos (históricos, arquitectónicos, culturales) que desgraciadamente este año no pudo celebrarse en su totalidad por culpa de la pandemia… En el mundo de la enología es ejemplar el movimiento ‘Rutas del Vino’ que tanto en Bullas como en Jumilla y Yecla conciertan los esfuerzos coordinados de administración local, con las D. O, productores y restauradores…
Y el pasado lunes fue Calasparra quien quiso poner sobre la mesa uno de sus grandes recursos: sus históricos arrozales. 510 hectáreas del mejor arroz del mundo, el primer cereal que logró una Denominación de Origen Protegida y que en esa línea que enlaza la tierra con la mesa concentra valores como un paisaje inolvidable, una forma de vida para muchas familias y la base para una de las manifestaciones gastronómicas más identitarias de la culinaria murciana. El Consejo Regulador de la Denominación de Origen convocó a un grupo de unos 70 periodistas, cocineros, productores y representantes de instituciones y otras D.0. de la Región para visitar el Coto Arrocero, una pequeña parte de la extensión de arrozales calasparreños en el I Encuentro Gastronomía y Origen, que pretende poner en valor y difundir esta joya de la despensa regional.
Sin duda, el acceso más directo y revelador de la gastronomía de un territorio es a través de sus productos. Un acceso, además, de alto valor turístico. Mucho más que a través de lo que los restaurantes ubicados en él ponen sobre sus manteles. En ellos está el alma, la esencia de ese espacio físico concreto. Son consecuencia de los mismos factores que lo han configurado: el clima, la orografía, la historia de las civilizaciones que han ejercido alguna influencia en ese entorno, los hábitos productivos y alimentarios que han ido decantándose con el paso de los siglos… Nadie mejor que quien vive pegado a ese territorio conoce esa red de representaciones.
La pandemia ha cambiado muchas cosas. Entre ellas, la percepción que los urbanitas tenían del mundo rural, que, inopinadamente, se ha revelado como un espacio pleno de recursos y posibilidades. De pronto, muchas miradas tradicionalmente fijas en la costa han girado 180 grados y miran hacia el interior. Es el momento de que esos pueblos se doten de nuevos recursos turísticos, pongan en valor el territorio y sus productos, enarbolen sus relatos, historias y leyendas y reivindiquen sus valores.

Sobre el autor

Periodista, crítico gastronómico. Miembro de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia.


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