La extensión de esta condición a 2021 es una nueva oportunidad para un proyecto que fue cercenado de raíz.
La sede de la Capitalidad Gastronómica era un hervidero. Se celebraba la Semana de la Huerta con un amplísimo programa de actividades a la vez que Ayuntamiento y Consejería daban los últimos toques para la gran presentación de la programación de primavera, se preparaban carteles, folletos, comunicaciones… Era la semana del 9 al 15 de marzo. Y entonces, todo se vino abajo. La gran apuesta de la capital y la Región para poner a la Comunidad en el mapa del gastroturismo de España y del mundo se había disuelto como un terrón de azúcar en el vaso de la Covid-19.
Fue un gran golpe a las ilusiones puestas en el proyecto no solo de las instituciones; también de todos los agentes y sectores implicados que habían puesto todo de su parte en los dos primeros meses del año para hacer de esta capitalidad un hito histórico para Murcia. La candidatura murciana a este título que otorga la Federación Española de Hostelería y la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo se había formalizado en el marco de uno de los eventos de gastronomía más relevantes del mundo: Madrid Fusión, y, una semana después, en la gran feria internacional del turismo, Fitur. Y a finales de ese primer mes de 2020, otra gran apuesta: la grabación en Murcia de uno programa de MasterChef, que finalmente fue emitido en abril. Todo lo invertido en la cuota a las entidades organizadoras, en la programación de las actividades realizadas hasta entonces, en las políticas de comunicación, en la papelería, la mercadotecnia… se había perdido.
No soy partidario de la autocita, que a veces desprende cierto tufo a pedantería, pero en esta ocasión me parece pertinente. El sábado 4 de abril publiqué en esta misma sección un artículo titulado ‘Moratoria gastronómica’, en el que emplazaba a Ayuntamiento y Comunidad a negociar con los organizadores de la Capitalidad una extensión de esta distinción a 2021, dado que, por primera vez en la historia de esta ‘marca’ y por un acontecimiento ajeno a la voluntad de las partes no podían sustanciarse los beneficios asociados a ella durante 2020. En realidad ya se estaban dando algunos pasos en esa dirección, coordinados por el equipo del Instituto de Turismo, con su director general, Juan Francisco Martínez al frente, con el ‘placet’, naturalmente, del alcalde de la ciudad, José Ballesta. Un argumento de peso en esta negociación era que en estas condiciones provocadas por la pandemia parecía muy dudoso de que ninguna ciudad española se planteara, a mitad de año, realizar los esfuerzos y las inversiones necesarias para aspirar a ese título para 2021, lo que podría provocar que la organización que convoca el título se encontrara a principios de año de vacío, sin ningún candidato. El ‘pase’ a 2021 de la capitalidad murciana resolvería ese problema.
Tres meses más tarde, el pasado martes, el alcalde de la capital y la consejera de Cultura y Turismo anunciaban en la reabierta sede del Romea que Murcia será Capital Española de la gastronomía también en 2021. Como en todas las negociaciones, ‘in medio virtus’, que en román paladino viene a ser «ni pa ti ni pa mi». La Región pagará un canon por los dos años de 200.000 euros, que supone el 66% del resultado de multiplicar por dos la cuota anual que supone la distinción, de los que ya se habían desembolsado. 90.000 antes de que se declarara la pandemia. En mi opinión, un arreglo satisfactorio para las dos partes, que, en el caso de Murcia, por un lado evita la pérdida de las inversiones y gastos realizados hasta el mes de marzo en condiciones de ‘antigua normalidad’, y por otro, renovar una apuesta que en ediciones anteriores se ha demostrado generadora de grandes beneficios para los sectores de la hostelería y el turismo de las ciudades que han ejercido el título. Pongamos dos ejemplos: Burgos, ciudad de 180.000 habitantes, lo fue en 2013. Sus visitantes crecieron un 7,5%, en plena crisis económica, y el impacto económico estimado fue de 10 millones de euros; y Almería, nuestra antecesora, llevó su mensaje a 320 millones de personas en todo el mundo y el impacto económico se estimó en 18 millones. No solo eso, el paso de la capitalidad suele ir asociado a un compromiso por la excelencia y a cambios muy relevantes en los sectores implicados, que ya no vuelven a ser los mismos que eran antes de ese año.
Murcia tiene ahora dos años y medio, si bien que en condiciones muy especiales. La idea parece ser aprovechar lo que queda de este para hacer una gran labor de promoción exterior y mientras tanto ir elaborando una potente programación para el 21, teniendo en cuenta los condicionantes de salud pública a la que obliga la realidad.
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