En plena vendimia, laD.O Jumilla lanza una campaña de apoyo a la hostelería regional ante la grave crisis de la pandemia
A mediados de agosto comenzó la vendimia en Jumilla, adelantándose una semana con buenas perspectivas en cuanto a la producción. Se prevé un 15% más de rendimiento y una elevada calidad. Eso en cuanto a las variedades Garnacha Tintorera, Macabeo, Tempranillo y Cabernet Sauvignon. Para la estrella de la Región, la variedad Monastrell, que representa el 70% de la cosecha, se empezó a trabajar en septiembre. Incrementos similares se prevén en las otras dos denominaciones de origen de la Región, Bullas y Yecla.
Pero ojo: una cosa es la vendimia y la cosecha, que dependen de aspectos climatológicos fundamentalmente, y otra muy distinta la comercialización, afectada gravemente este año por la pandemia del coronavirus. Antonio Candela, secretario de la D. O. Yecla, señala que respecto de 2019, el número de litros que se comercializará este año será un 35% más bajo. La brutal caída de la hostelería, las restricciones a las exportaciones, los cambios en los modelos de consumo ante la suspensión de las formas relacionales tradicionales y la caída generalizada de los precios de la uva, comprometen gravemente los retornos económicos a las empresas del sector vitivinícola.
A nivel nacional, España produce unos cuarenta millones de hectolitro, de los cuales se quedan aquí diez. Los treinta millones restantes, incluidos mostos y alcoholes, se dedican a la exportación. Porcentajes parecidos se dan en Murcia, si bien, el vino que se bebe dentro de los límites regionales supone porcentajes bastante más bajos que en otras comunidades más al norte. Aquí juegan varios factores. Aún, pese al gran trabajo enológico realizado en las últimas dos décadas, sigue latente el estigma de los elaborados con Monastrell de ‘vinos de carretero’, vinos recios, duros, astringentes, apenas bebibles. Una leyenda negra justificada en su momento que ya no tiene ningún sentido y que no comparte nadie que tenga un mínimo de conocimiento vinícola. La climatología de estas tierras, por otro lado, complican el consumo de vino, incluso su transporte y correcta conservación. Las altas temperaturas inclinan a los consumidores a bebidas más chispeantes’ como la cerveza. Todo ello provoca la ausencia entre el consumidor de una auténtica cultura del vino. De Despeñaperros para arriba, en los bares se pide el vino de la zona, se especifica incluso la variedad; en cada barra, una pizarra ofrece para ‘chatear’ los vinos del día, no precisamente ‘peleones’… todo ello provoca una circulación en la restauración muy superior a la de estos pagos.
Por eso es tan importante que ese sentimiento de orgullo, de pertenencia a una comunidad en la que parte de su economía, cultura, tradición y formas de vida están vinculadas con el vino, que es tan fácil de observar entre los ciudadanos, instituciones y empresas de Bullas, de Jumilla o de Yecla, conscientes del tesoro que tienen entre manos, debe ser el que se extienda a toda la Región.
Estamos hablando de la importancia de un compromiso colectivo de un territorio por una actividad productiva, que, como tal, contribuye al desarrollo y la prosperidad del entorno, pero que cumple también funciones cono la cultural, la comunicativa, la de integración y la de anclaje: anclaje de la población al territorio, evitando la despoblación y anclaje con la tradición, con la historia colectiva y con miles de historias personales. Y, por tanto, una función simbólica, articuladora y cohesionadora. Esta actividad es mucho más que un simple conjunto de referentes anclados en el pasado, o de técnicas productivas; constituye un motor de desarrollo local, al concentrar en su elaboración y consumo muy diversos ámbitos de la vida y la economía de la colectividad: salud y dietética, producción agroalimentaria, turismo y gastronomía, tradiciones, relaciones sociales, empresa y negocios, innovación.
Y por es tan importante que la hostelería apoye a los vinos de la Región incluyéndolos en sus cartas, y que, a su vez las bodegas apoyen a los restauradores en estos mementos tan difíciles. En ese camino de ida y vuelta apunta con gran acierto la última campaña de la D. O. Jumilla denominada `Familia Jumilla’. La D.O está enviado un paquete de regalos relacionados con el vino de Jumilla a centenares de hosteleros como bienvenida a las acciones de apoyo que pretenden aportar visibilidad a los negocios. «Queremos reivindicar la importancia de hacer comunidad», señala uno de los textos de la campaña, en el convencimiento de que «es hora de ser una gran familia, con valores compartidos». Ya son más de 300 los establecimientos adheridos a esta campaña. En estos momentos, más que nunca, son las iniciativas que unen, que sueldan, que agrupan, las que tienen valor.