Una conversación con el capitán de un atunero revela la complejidad técnica y los estrictos requisitos legales que exige este tipo de pesca
La celebración la pasada semana del evento Cartagenasia, en el puerto de Cartagena, un encuentro entre dos culturas tan separadas física y simbólicamente, a través del atún rojo, supuso una magnífica oportunidad para conocer aspectos muy concretos y poco difundidos de esta industria. La posibilidad de subir a bordo de un atunero de la empresa Ricardo Fuentes y hablar a lo largo de una hora con su capitán fue reveladora de la complejidad de esta actividad y de los controles extremos a la que está sometida por las administraciones nacional y comunitaria.
Los atuneros murcianos faenan en caladeros al sur de Islas Baleares, una de las zonas del Mediterráneo donde los grandes ejemplares acuden a desovar. Allí, mediante el arte tradicional del cerco se rodea al cardumen -se denomina así a una gran concentración de peces, generalmente de la misma especie, que se desplazan juntos- que nada muy cerca de la superficie. El cerco es una gran red rectangular equipada en su parte superior con numerosos flotadores que no deja que se hunda en el mar y que se extiende en forma vertical gracias a unos plomos. Una vez embolsados los ejemplares, unos remolcadores acercan unas jaulas a la bolsa y mediante el trabajo de unos buzos, se transfiere el pescado a éstas. Los remolcadores vuelven a la zona de El Gorguel y los depositan en las balsas de cría y engorde. Es decir, una pesca compleja y altamente especializada que utiliza importantes recursos. Los atuneros, mientras tanto se mantienen en alta mar mientras dura la temporada asignada de pesca que es de un mes al año y limitada a unos cupos prestablecidos. Este año -el periodo hábil es desde finales de mayo a junio- uno solo de estos barcos obtuvo 760 toneladas de atún rojo.
Pero la cosa es mucho más compleja… en tierra y antes de salir a pescar. Tomás, capitán del nuevo Panchilleta, que tiene un hermano gemelo, un prodigio de tecnología con una dotación de 14 tripulantes, lo explica: “Primero tienes que pedir autorización a Madrid y avisar que vamos a hacer un lance; aunque ellos ya lo saben porque desde el Centro de Seguimiento de Pesca estamos permanentemente monitorizados”. Además, antes de lanzar la red tienen que proporcionar al centro una estimación de la cantidad de pesca que puede haber en ese cardumen. Esa información viaja a Bruselas y vuelve a Madrid y de ahí y al atunero con la autorización si procede. Pero además, continúa el capitán, “viajamos con un tripulante menos porque tenemos que llevar a bordo un inspector internacional. Y tiene que ser de cualquier nacionalidad menos la española. También nos acompaña una patrullera en la que viajan otros dos inspectores nacionales y otro más de otra nacionalidad”. Los controles no paran aquí; cuando se produce la transferencia de ejemplares del cerco a las jaulas, toda la operación se graba con unas cámaras submarinas que están precintadas y que solo puede visionar el inspector. Si por cuestiones de turbidez o de movimiento no se observa con claridad el número y tamaño de los ejemplares transferidos, la operación se declara nula y hay que volver a empezar. Y para terminar, en el caso de que se produzca la muerte de algún atún, en barco debe avisar al próximo puerto donde atraque para que un inspector de tierra lo certifique.
En el año 2008 se inició un plan de recuperación del atún rojo, con una moratoria en la pesca de ejemplares, ya que la sobreexplotación había llegado a situarlo en riesgo de extinción. Lo impresionante del caso es que en poco más de una década con estas medidas restrictivas, los mares y océanos han sido capaces de regenerarse y no solo volver a la situación original sino superarla, hasta tal punto que las autoridades están incrementando los cupos de captura. Tras una década de investigación, con la presencia en Murcia de expertos japoneses, el Instituto Español de Oceanografía (IEO), con la colaboración de la Comunidad y de varias empresas del sector, fundamentalmente las del Grupo Ricardo Fuentes e Hijos logró, por primera vez a escala mundial cerrar el ciclo biológico del atún rojo atlántico en cautividad, lo que abría la posibilidad de obtención de huevos viables a partir de ejemplares a su vez nacidos en cautividad. Sin embargo la falta de rentabilidad y sobre todo, la recuperación de la especie gracias a la moratoria paralizaron el desarrollo industrial de este tipo de cría. Una situación que debería servir de ejemplo para actuar de la misma manera respecto de la pesca de otras especies, porque está demostrado que los mares nos devuelven con creces los cuidados.