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Pachi Larrosa

El Almirez

Terrazas, ¡qué lugares!

Las terrazas, lugares de socialización, ocio y exhibición se han convertido en una tabla de salvación para los hosteleros

Hay 400 nuevas terrazas en Murcia y pedanías. Y va a haber más si atendemos a lo dicho por la Concejalía de Vía Pública, dispuesta a seguir admitiendo solicitudes para este tipo de espacios. Y es que se han convertido en la tabla de salvación para muchos hosteleros ante las restricciones de aforos y toques de queda como consecuencia de la pandemia. Terrazas: un espacio al aire libre donde se sirven bebidas y comidas. Naturalmente, son mucho más. Son lugares de encuentro, de socialización incluso de exhibición. Y especialmente en zonas cálidas como la Región de Murcia, un lugar donde se inventaron las barras donde comer: Rincón de Pepe (1925); copiada después por el Nou Manolín, en Alicante  (1971) y de ahí a parís con L’Atelier, de Jöel Robuchon y a una docena de sedes de esta franquicia en Europa, América y Asia. Pero aquí pasó algo más. Con la evolución del tapeo, las barras tendieron hacia la calle, porque si hay algo que define al murciano en sus hábitos relacionados con la hostelería es su gusto por el aire libre, y por evolución natural, se crearon las ventanas de los bares. Es espacio a medio camino entre el interior de un establecimiento y la terraza que se ha convertido en una de las características el tapeo murciano.

Recientemente hemos tenido que escuchar con cierta estupefacción a una periodista de La Razón, perteneciente a la cuadra de tertulianos en una cadena de televisión, quien sin sonrojo aparente decía cosas como: “Si no es que los demás sean más tontos, sino que los madrileños tenemos unos hábitos sociales distintos en lo que es la restauración”. No contenta con ello, siguió pontificando: “En el sentido de cómo puede funcionar los bares, con más espacio (entre las personas).”. Y ante las acusaciones de otro contertulio de “casticismo ayusista” (sic), remató; “Totalmente distinto, en la cultura, en la capacidad de mantener los espacios separados… ¿cómo funcionan en el País Vasco? Allí en los bares y tascas, todos de pie…vamos, en la manera de estar en los bares”.

Impresionante. Pasa por alto cuestiones climatológicas que podrían provocar muertes por congelación si en Bilbao o un poco más abajo, Burgos, uno permaneciera en octubre, por ejemplo, más de quince minutos en una terraza. También olvida la gran tradición y cultura ‘callejeras’ propias de los pueblos mediterráneos, hábitos que vienen desde la antigüedad clásica…en fin. Lo cierto es que los madrileños no inventaron las terrazas ni son especialmente ’hábiles’ en moverse entre ellas de manera holgada. Estos espacios al aire libre que la pandemia ha puesto de moda fueron introducidos, es verdad,  en la capital de España por hosteleros franceses en 1879, a la manera de las terrazas de París. De hecho, el Café París pudo ser la primera terraza de España, aunque otros la sitúan en una mejillonera del pasaje Matheu, cerca de la Puerta del Sol. Y de ahí a toda España, empezando por ciudades como Bilbao (oh, el País Vasco!), Sevilla, Valencia… Es curioso que, al principio, los madrileños se mofaban de aquellos establecimientos puesto que creían que sacaban sus mesas a la calle por falta de espacio en el interior.

Esta nueva forma de usar la hostelería alcanzó tal aceptación que ni siquiera durante la epidemia de gripe de 1918, se ordeno su cierre (mira, como ahora), un dato que recogemos de nuestra colega  de la derecha de estas páginas, Ana Vega. Hablábamos al principio de las terrazas como espacio de exhibición. De hecho esa fue una de las claves de su éxito, allá en la Belle Epoque, cuando los artistas e intelectuales encontraron en ellas un cómodo lugar para tomar un refrigerio al mismo tiempo que se dejaban ver por los viandantes. Pero mucho antes que la llegada de las terrazas a España y de las de París, los espacios de comida al aire libre ya existían en este país, en forma primero de ventas y fondas y después los merenderos, verdaderos antecedentes de las modernas terrazas urbanas y los chiringuitos costeros. El crecimiento de las ciudades fue absorbiendo las fondas y ventas más cercanas, convirtiéndose algunas de ellas en restaurantes que hoy continúan atendiendo a sus clientes. Todos conocemos en  Murcia algunos de estos, que están, por cierto, entre los mejores establecimientos de comida tradicional.

Y sí, Carmen Morodo: los murcianos, los valencianos o los andaluces también se mueven como pez en el agua entre las terrazas; incluso los del mismo Bilbao o los de Burgos, cuando el tiempo lo permite.

Sobre el autor

Periodista, crítico gastronómico. Miembro de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia.


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