La Consejería que dirige Juan Hernández parece haberse echado el turismo al hombro y afrontar segmento por segmento un mundo muy complejo y heterogéneo. El esfuerzo vale la pena porque es un sector estratégico, clave para el desarrollo económico de la Región. En esta minuciosa tarea está cercano a la presentación un informe-diagnóstico del turismo de golf elaborado por la Universidad de Murcia y acaba de hacerse público el encargo que ha realizado la Comunidad autónoma a una consultora para que elabore un plan gastronómico regional, con el objetivo de potenciarlo como polo de atracción de turistas a la Región. “Es el momento de ir más allá de la ruta de la tapa”, declaró gráficamente el consejero. Y es verdad. Iniciativas de este tipo son magníficas para dinamizar la restauración local, para “mover el negocio” de puertas para adentro, pero poco pesan en la vital tarea de atraer turistas nacionales o extranjeros. La empresa encargada del estudio es la misma que ya realizó una tarea similar en el País Vasco y Galicia, por lo que es de esperar que tenga el ‘know how’ pertinente. Su responsable, Manuel Romero, asegura que “a la cocina murciana le falta tener un plato emblemático dentro de la cocina española. Falta identidad”
No creo, sin embargo, que ese sea el principal problema de la gastronomía regional. Los turistas no viajan al País Vasco a comer kokotxas; a La Rioja, patatas con chorizo; a Valencia, paella. Los turistas que eligen un destino para sus viajes con un objetivo gastronómico lo hacen a lugares donde haya una masa crítica de restaurantes medios-altos con una gran relación calidad precio y de restaurantes y cocineros ‘anzuelo’; a un lugar donde, además de un amplio y asentado recetario tradicional haya innovación culinaria y una oferta suficientemente diversa. Para estos turistas comer es la esencia de su aventura. Y en la Región contamos con una gran despensa, que abarca un amplio abanico, consecuencia de la existencia de varios ecosistemas muy diferenciados en muy poco espacio (mar, huerta, montaña…), una despensa que en nada tiene que envidiar a las de otras regiones de España y una producción agroalimentaria rebosante de innovación. Tenemos el producto, tanto natural como elaborado. Pero estamos por detrás en cocina y en cocineros. Solo tenemos una estrella Michelin, la comunidad que menos.
El plan estratégico de turismo enogastronómico se va a desarrollar en seis fases y, según la información disponible tendrá en cuenta “el capital humano”. Bueno, habrá que hacer algo más que tenerlo en cuenta. En mi opinión esa es la clave, tanto para sala como para cocina: el capital humano, la formación. En este terreno el Centro de Cualificación Turística realiza una magnífica labor, pero hace falta más.
Y una última cuestión: una de las causas del gran despegue que vivió la denominada Nueva Cocina Vasca en los 80 fue consecuencia de la generosidad y compañerismo entre sus componentes: los Arzak, Arguiñano, Subijana… que remaron todos en la misma dirección. ¿Es posible algo así en Murcia, con nuestros cocineros y restauradores?