Poca duda hay sobre el hecho de que la mayor parte del voto de Ciudadanos viene prestado del PP. Este concepto del “préstamo” no es baladí: incorpora una situación de precariedad que requiere ser revertida con urgencia. Y, en este contexto delimitado por la necesidad de C’s de consolidar su voto, la formación de Rivera se enfrenta a una disyuntiva casi cruel: si, de un lado, C’s no apoya mayorías simples del PP para facilitar el gobierno de éste, su electorado “prestado” le castigará de inmediato; y si, de otro, decide sumar sus votos a los del PP, C’s tapiará una de sus principales vías de crecimiento: el centro-izquierda.
En términos de supervivencia, C’s necesita consolidar cuanto antes su voto para adquirir autonomía con respecto al estado de ánimo del electorado popular. Su futuro pasa inevitablemente por una ampliación de su espectro hacia el centro-izquierda. Pero resulta evidente que, en el tiempo corto, si vacía su bolsa de votos de los desencantadoss coyunturales del PP, C’s descenderá vertiginosamente en sus porcentajes.
La cuestión entonces es: ¿priorizará C’s el tiempo largo y, por lo tanto, una política de alianzas más autónoma, o, por el contrario, hará prevalecer el tiempo corto y, por tanto, una estrategia de no “agresión” hacia el grueso del electorado “prestado” del PP? ¿Preferirán ser grandes hoy e inciertos mañana, o pequeños hoy y más sólidos mañana? A estos dos escenarios se suma además una tercera variable: en el caso de que C’s eligiera la opción a largo plazo, ¿la pérdida notable de votos le dejaría aire suficiente para aguantar hasta la obtención de un electorado más real y fiel?. La respuesta o las respuestas están por venir…