En 2010 tuve el honor de apadrinar el Día del Orgullo Gay de Murcia. La reacción de los “unos” y de los “otros” fue utilizar las redes sociales para airear que -literalmente- yo era un “maricón”. Lo más curioso de todo es que no pocas de estas opiniones venían de sectores que públicamente se arrogan la defensa de los derechos civiles, pero que, por debajo, en las cloacas de la red, utilizan la homosexualidad como arma arrojadiza contra alguien a quien solo quieren untar de mierda.
Si he de ser sincero, no me extraña. La nuestra es una sociedad cavernaria, mezquina, clasista, medieval, hipócrita y profundamente violenta.
La raíz ya está viciada. En sus primeros años, los niños son inducidos por sus padres a adoptar los roles dominantes de “macho” y “princesa”, de suerte que, cuando juegan en la “manera correcta “, una sonrisa de satisfacción abarca el orgulloso rostro de los padres. “Mi hijo/a no va ser rarito/a” -respiran con tranquilidad. Por si hubiera posibilidades de “desvío”, entras a una juguetería, y tienes dos opciones: o los coches o superhéroes, de un lado, o las cajas de color de rosa, de otro. El género se impone de manera taxativa, y pocos paisajes existen más violentos que el de las jugueterías -incluso aquellas que se llaman “educativas”.
Frente a los que piensan que todos estos festejos que rodean al Día del Orgullo Gay no pasan de ser frikadas de personajes carnavalescos, excesivos y viciosos, una reflexión: vais de tolerantes pero sois la punta del iceberg de la barbarie. Vivimos en un país tan cutre, tan infradesarrollado socialmente, que todo aquél que participa en la defensa de los derechos civiles es porque “algo tiene que esconder”. Sinceramente, es todo demasiado lamentable como para ser verdad. Pero lo es. Y cada vez vamos a peor. Hemos convertido a los niños en los principales guardianes de la “moral correcta”. Ante cualquier conato de diferencia, ellos son los primeros en reprimir y castigar. Una vergüenza. A esta sociedad le queda tanto por evolucionar que cualquier llamada de atención es por definición insuficiente. Así que bienvenidas sean convocatorias como ésta.