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Pedro Alberto Cruz

En tierra de nadie

Los deberes del profesor italiano

El panorama educativo nacional e internacional es tan paupérrimo y se encuentra tan reglamentado que cualquier mínimo atisbo de originalidad se convierte en noticia mundial. El profesor italiano Cesare Cata se ha convertido en una de las estrellas de las redes sociales “solo” porque ha tratado a sus alumnos como personas, y les ha animado a cualificarse, no a cuantificarse.
En España, las diferentes reformas educativas que se vienen sucediendo durante las últimas décadas solo han servido para empeorar lo preexistente. Somos un país en el que convergen dos factores demoledores: la desconfianza hacia el otro y la baja autoestima. Cuando esto se proyecta sobre los planes educativos, el resultado es incendiario: cantidad y más cantidad. Hasta la hipertrofia más insoportable.
Y, claro está, la cantidad no es la raíz del problema, ni por tanto la medicina más recomendable para enmendarlo. Niños de 6,7 y 8 años que diariamente “viven” en el colegio desde las 9,00 hasta las 17,00 son “premiados” con deberes para casa que, de media, les suele llevar una hora de reloj su realización. Si llegan a casa a las 18,00, invierten una hora en las tareas escolares y se acuestan a las 21,00, ¿cuándo tienen tiempo para ser niños y fomentar la creatividad?
Por lo general, en un sistema educativo dominado por la hoja Excel, la creatividad se considera como una enfermedad, una excrecencia que conviene podar y “regularizar”. Por no hablar de la “sensibilidad”. Líbrense los padres de que el profesor de turno les llegue con el siguiente mensaje: “su hijo es especial, demasiado sensible”. Es el Armagedon, el acabose, el certificado de expulsión del Sistema. Cualquier repunte emocional que sobresalga del plano racional, mensurable, desde el que se gestiona la experiencia educacional es tipificado como una anomalía que orientadores, psicólogos, y demás miembros del sanedrín educativo pretenderán corregir de inmediato. Porque, claro está, el objetivo es homologar la diferencia y no respetarla. Y mientras no se comprenda que la homologación es la catástrofe de cualquier modelo educativo no se podrá avanzar y, lo que es peor, la maquinaria castradora del Sistema seguirá funcionando a pleno rendimiento e impunemente.

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Sobre el autor

Detesto las sumisiones ideológicas, el pensamiento unidimensional, lo políticamente correcto. La disidencia no tiene hogar. Si no está a la intemperie, en cueros, vagando de un lugar para otro, es una estafa. Entre los territorios establecidos y sus patriotismos de pacotilla, una estrecha e inhóspita franja sin identidad: la tierra de nadie.


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