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Pedro Alberto Cruz

En tierra de nadie

Algunas conclusiones sobre Cataluña

Probablemente solo vaya a aportar más contaminación a la ya saturada e insoportable “opinosfera” patria, pero no me resisto a enumerar algunas de las consecuencias que se extraen de las elecciones celebradas ayer en Cataluña:

1) Ninguno de los bloques, partidos o egos participantes ha obtenido una victoria o derrota lo suficientemente claras como para insistir o desistir en sus propósitos. Lo de Cataluña parece una de esas piezas de arte contemporáneo en las que una misma imagen se repite indefinidamente con variaciones apenas advertibles. Y lo más divertido de todo: los cambios son tan microscópicos que, para conseguir centímetro a centímetro una transformación sustancial de las posiciones habría que celebrar una elección por año durante los próximos cien. Y, al paso que vamos, nada está descartado.

2) La sociedad es claramente entrópica, y la política pretende responder a ello con planteamientos maniqueos e inflexibles. La verdadera regeneración del concepto de política llegará cuando se entienda que, ante escenarios tan complejos como el propuesto por la sociedad catalana, solo se puede reaccionar mediante propuestas complejas, poliédricas, e incluso no exentas de contradicciones. La pregunta del millón es: ¿resulta plausible que las unidireccionales estructuras de los partidos –las de todos, sin excepción- puedan activar políticas complejas que respondan a situaciones tan plurívocas como las catalanas? Dicho de otra manera: ¿se puede acometer, desde el modelo político actual, una solución generosa que abarque a las cientos de “partículas emocionales” en las que ha estallado la sensibilidad catalana?

3) Ya no quedan verdades absolutas. Ninguna. Y, en este sentido, proponer la ley como una categoría en la que creer a ciegas supone cuanto menos un acto de ingenuidad inexplicable. Después de todo lo sucedido durante los últimos años, la ley es un ámbito de autoridad, no de valores. La gente la obedece para no ir a la cárcel, no porque crea en ella. Por cuanto se desprende que utilizarla como único y sagrado argumento para la no secesión despertará en aquellos que la desean una mayor distancia emocional. La complejidad social jamás se ha solucionado mediante la imposición de una disciplina. Las emociones solo se curan con emociones.

Y 4) Se supone que quien pretende separase de un modelo es porque posee una alternativa mejor. Y que, por esta reglas de tres, quien desea convencer a los que quieren separase de que no lo hagan, es porque pone sobre la mesa una opción todavía mejor. Pero, en el “affaire Cataluña”, sucede lo contrario: cada alternativa supera a la anterior por nefasta. Y así en un juego de espejos que, como en la célebre escena de Ciudadano Kane, sitúa la realidad sobre un abismo, sin un tope o final a tanta histeria colectiva.

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Sobre el autor

Detesto las sumisiones ideológicas, el pensamiento unidimensional, lo políticamente correcto. La disidencia no tiene hogar. Si no está a la intemperie, en cueros, vagando de un lugar para otro, es una estafa. Entre los territorios establecidos y sus patriotismos de pacotilla, una estrecha e inhóspita franja sin identidad: la tierra de nadie.


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