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Pedro Alberto Cruz

En tierra de nadie

Violencia homófoba a plena luz del día

He sabido a través de las redes sociales que ayer, al mediodía, en plena calle de Murcia, un conocido travesti que se hace llamar Greta von Killer fue agredido, junto con otros compañeros, mientras se limitaba a pasear. El hecho fue dado a conocer por él mismo a través de su perfil de Facebook, en unos términos que no pueden resultar sino emocionantes: rogaba a cuantos fueran conocedores de su caso que no insultaran a sus agresores ni los fueran a buscar para no incurrir en los mismos modos que ellos. Esa es la diferencia. La gran y ejemplar diferencia. Unos inyectan violencia en las venas de la sociedad, mientras otros solo pretenden aportar oxígeno para que se respire mejor. Siempre hay alguien que tiene que poner un límite a la cadena de agresiones y proponer otros paradigmas de convivencia. Y, evidentemente, ese alguien es la víctima, el vapuleado, el vejado por el mero hecho de vivir una diferencia. Los fascistas suelen aprovecharse de que, finalmente, la sensatez de los auténticos demócratas los exime de recibir su propia medicina. Y, claro está, como jamás van a comprender la responsabilidad y el perdón de los demás, lo considerarán como una debilidad del Sistema y como la prueba fehaciente de su superioridad. Y ello les impulsará a repetir impunemente sus actos cuantas veces sea necesario. Su objetivo es el exterminio de los que contrastan con su perfil cavernario, de manera que, mientras no lo logren, vivirán en la continua espera de asestar el próximo zarpazo.

La libertad es un maquillaje. Públicamente nadie explicita su racismo, su homofobia, su sexismo.  En apariencia esto es un logro: el lenguaje institucional se ha vaciado de los automatismos violentos. Pero es mentira: lo único que han logrado los supuestos “derechos adquiridos” es que nadie confiese abierta y directamente sus verdaderas ideas, y “desvíe” su expresión a través de mecanismos de amortiguación como las frases hechas, chistes, conversaciones de barra, bromitas de machos, etc.. La violencia sistémica es un tipo de mierda que rara vez aflora al espacio público, pero que circula en cantidades ingentes por las alcantarillas de nuestra estructura social. Y que no nos quepa duda de una cosa: lo que crece reprimido es mil veces peor que lo que se manifiesta espontáneamente. De ahí que, por lógica conclusión, no se pueda sino tipificar a la nuestra como una sociedad más enferma que nunca, caracterizada por un espacio público más o menos aseado, pero por una intimidad intolerante, depravada, potencialmente genocida. Lo que le ha sucedido a Greta no deja de ser la consecuencia de la pérdida de control momentánea de una violencia cotidiana de baja intensidad que no cesa de desarrollarse y de invadir células sanas. Lo peor está oculto. Y no nos imaginamos su potencia destructiva.

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Sobre el autor

Detesto las sumisiones ideológicas, el pensamiento unidimensional, lo políticamente correcto. La disidencia no tiene hogar. Si no está a la intemperie, en cueros, vagando de un lugar para otro, es una estafa. Entre los territorios establecidos y sus patriotismos de pacotilla, una estrecha e inhóspita franja sin identidad: la tierra de nadie.


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