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Pedro Alberto Cruz

En tierra de nadie

“¿Leche de soja? No, lo siento”

En cualquier ciudad europea, entrar a una cafetería y formular una pregunta como “¿leche de soja?” conlleva de inmediato el esbozo de una sonrisa de obviedad por parte del camarero o encargado. Se da por supuesto que la tienen entre su oferta, y cualquier interrogante al respecto te hace quedar como una “persona de poco mundo” -un paleto, vamos. En cambio, en España, en Murcia, solicitar en una cafetería leche de soja supone que, de inmediato, te etiqueten como un bicho raro, un snob sin nada mejor que hacer en la vida, uno de esos hipster empeñados en llamar la atención mediante todo tipo de excentricidades. Y es que esa es la cuestión: en cuestiones alimentarias, lo que en Europa constituye una normalidad, en España supone una excentricidad casi penalizable. Somos muy pueblerinos en nuestros hábitos alimenticios; y no solo porque el consumo de bebidas alternativas a la leche de vaca no esté extendido entre la población en semejante medida a como se encuentra en el resto del continente, sino porque, además, la mínima cultura de la alteridad existente en España se traduce en que jamás seamos capaces de imaginar que hay personas con hábitos diferentes a los nuestros cuyas demandas han de ser previstas y atendidas.

No me valen a este respecto objeciones del tipo de que la oferta de leche de soja en un establecimiento de hostelería  se traduce en un sobregasto y en una inversión no rentable para éste -comprar un par de cartones cada 15 días no entraña una inversión capaz de desestabilizar una cuenta de resultados. El problema, por el contrario, es de otra índole y responde a una cuestión fundamentalmente cultural. Y es que, bajo la coartada de que somos la cuna de la dieta mediterránea y el segundo país con mayor número de estrellas Michelín del mundo, nos encontramos con una cotidianeidad abdolutamente cavernaria, anclada en usos más propios del “desarrollismo” que de un contexto gastronómico avanzado y propio del siglo XXI. En España o te gastas más de 100 € por cubierto o, directamente, has de contentarte con el cartón de leche de vaca, el café quemado y la tostada de pan descongelado. No existe término medio. La realidad diaria es demencial. Y mucho me temo que nuestros graves problemas para entender y asumir la diversidad van a prolongarse durante mucho, mucho tiempo. “¿Leche de soja? No, lo siento”.

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Sobre el autor

Detesto las sumisiones ideológicas, el pensamiento unidimensional, lo políticamente correcto. La disidencia no tiene hogar. Si no está a la intemperie, en cueros, vagando de un lugar para otro, es una estafa. Entre los territorios establecidos y sus patriotismos de pacotilla, una estrecha e inhóspita franja sin identidad: la tierra de nadie.


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