Otra vez cambio de idea
En el post anterior (la parte contratante …) decía que pensaba escribir sobre el tema de las apps para salud. Hoy estaba decidido a hacerlo cuando, de nuevo, se ha cruzado en mi camino un ejemplo de la abundante especie de los farragosos e irritantes escritos administrativos.
El lenguaje oscuro me persigue
Una compañera de trabajo me ha pasado una notificación de un organismo oficial para ver si yo le podía ayudar a entenderla (la notificación, no a mi compañera, que se expresaba con toda claridad). Nos ha llevado un buen rato descifrar los 3 folios del escrito, eso que ambos somos funcionarios públicos.
La notificación que había recibido mi compañera estaba salpicada aleatoriamente de comas, plagada de términos como reposición, resolución, potestativo, económico-administrativo, silencio administrativo, interposición, prescripción … eso sí, en el recuadro más llamativo del escrito figuraban el tipo, subtipo y el código de barras del documento, es decir, los elementos que facilitan y agilizan el trabajo interno de la Administración, hecho que aplaudo, por supuesto, pero que no es sino el reflejo de una Administración que no está centrada en el ciudadano sino en sí misma.
Tomárselo con humor
Ante la arrogante oscuridad del escrito, que parece redactado por Ozores, no me he podido sustraer a la tentación de traerlo a colación, aún a riesgo de ser reiterativo, posponiendo de nuevo mi anunciado post sobre las apps sanitarias, que prometo abordar la semana próxima.
A este propósito me viene a la cabeza la famosa frase de los inefables Tip y Coll: “la próxima semana hablaremos del Gobierno”… y nunca llegaron a hablar de él. Yo, en cambio, sí que cumpliré mi palabra, aunque aprecio mucho el sentido del humor surrealista de Tip y Coll , de los Hermanos Marx , de Ozores y de Martes y Trece.
Este defecto, el del lenguaje oscuro, tan extendido entre las AAPP, cuyos orígenes los explica de forma muy didáctica mi admirado Javier Badía, tildándolo incluso de enigmático e inquietante, genera dudas, ansiedad e irritación en sus destinatarios, que somos todos los ciudadanos y provoca pérdidas de tiempo y saturación de los sistemas de atención ciudadana.
Pero es que hay veces que ni siquiera los propios expertos entienden algunas comunicaciones especializadas sobre temas, ya de por sí complejos, redactadas en esta jerga que resulta incomprensible para el ciudadano medio.
El lenguaje administrativo, en general, usa palabras españolas (o de las lenguas cooficiales) obviamente, pero a muchos de nosotros nos suena como si fuera alemán, y puede llegar a suscitar la hilaridad como le ocurrió a este ministro suizo en una intervención antológica en el Parlamento. Apuesto a que nadie es capaz de contener la risa con este vídeo .
Una Administración empática y legible
Soluciones: que cada servicio público que emite comunicaciones hacia los ciudadanos, formato electrónico incluido, las revise a fondo para hacerlas más entendibles. La efectividad de esta medida se puede apreciar con relativa facilidad verificando la disminución de las consultas para aclarar dudas.
La prueba del algodón sería conseguir que en 1 minuto de conversación telefónica, una persona con una cultura media pudiera enterarse del objeto fundamental de una comunicación oficial.
Esto no implica pérdida de rigor ni de legalidad en los escritos oficiales, pero algo tan simple como ponerse en la piel del cliente/ciudadano es la base del nuevo paradigma de institución pública que se pretende implantar en todos los países desarrollados: una administración empática.
Y legible, en sentido amplio, como recoge Amalio Rey en este magnífico post sobre la legibilidad de los Gobiernos y reputación de los gobernantes que comparto plenamente.
Imagen: Forges_ventanilla única (tomada del blog de Iñaki Ortiz: http://eadminblog.net/2013/05/19/que-raro-hablan-los-ciudadanos/)