Cánovas y Sagasta, tanto monta monta tanto, fueron los grandes protagonistas de la llamada Restauración borbónica, fundamentada en la Constitución de 1876, que sentó las bases de la construcción de un modelo liberal de Estado y aportó una etapa de gran estabilidad institucional a España entre 1874 y 1923.
Antonio Cánovas del Castillo, asesinado en Mondragón en 1897, líder del partido conservador, que se podría identificar como el PP de la época, y Práxedes Mateo Sagasta, su homólogo del partido liberal, que se podía considerar el PSOE del momento, a pesar de sus diferencias ideológicas, eran amigos y gozaban de la confianza y el respeto mutuo propios de la amistad.
Churchill decía que la diferencia entre un político y un estadista es que el segundo piensa más en las próximas generaciones que en las inminentes elecciones. La concordia siempre facilita el diálogo y la negociación, y en el caso de Cánovas y Sagasta, además de amigos, demostraron poseer una gran sentido de Estado al firmar, en 1885, en vísperas del fallecimiento de Alfonso XII, el Pacto de El Pardo, mediante el cual se garantizaba una alternancia pacífica de ambos partidos en el poder, el llamado “turnismo”, en evitación de la previsible inestabilidad política que se podría producir tras la muerte del monarca.
“Hay más inteligencia en la escucha respetuosa de opiniones que en las líneas rojas y cordones sanitarios”, Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política.
En la actualidad, vivimos tiempos convulsos en los que se agudiza el sectarismo político, que afecta a todas las ideologías, y del que mucha culpa cabe achacársela a nuestros líderes actuales, que parecen querer que nos comportemos como hinchas de fútbol, de forma irracional y sin espíritu crítico. Qué falta harían unos Cánovas y Sagastas redivivos, que si no amigos, por lo menos se respetaran y fueran capaces de dialogar y llegar a acuerdos, por el bien de todos.
Por el contrario, se rescatan consignas guerracivilistas (“no pasarán”), la mentira y la opacidad son moneda corriente, se generaliza la falta de respeto al adversario, que es la base del comportamiento ético, se levantan muros que separan a los ciudadanos, se colonizan las instituciones, el endeudamiento público se dispara, se destapan nuevos casos de corrupción, se cuestiona la imparcialidad de los jueces, no se consensuan las grandes decisiones a tomar, como la controvertida amnistía a los dirigentes catalanes que pretendieron dar un golpe de Estado, se exacerban las tensiones territoriales y en general, existe un clima de crispación que dificulta en gran manera la idea de definir y apoyar todos juntos un proyecto común de nación que garantice la paz interna, el prestigio internacional y el desarrollo próspero de nuestro país que es España.
Así lo trasladan los medios de comunicación y así lo recoge una reciente encuesta de la Fundación BBVA, en la que la mayoría de los entrevistados expresa su insatisfacción con el tono actual del debate público, en un contexto general de escaso interés por la política (4´6 sobre 10), más marcado entre las mujeres, los jóvenes, las personas con menos formación y las que se sitúan ideológicamente en el centro.
Dentro de un sentimiento mayoritario de desafección por la clase política, a la que acusan de dividir a la sociedad, las personas encuestadas valoran especialmente a sus líderes por su ética y por su veracidad, por encima de las ideologías: “Los españoles valoran positivamente la Transición política y el funcionamiento de la democracia y sus instituciones, pero son críticos con los partidos y dirigentes públicos en el presente”(Estudio de la Fundación BBVA sobre Cultura política en España, julio 2023)
“La primera fuerza que domina el mundo es la mentira” Jean-François Revel
A Revel, para el que la verdad es consustancial a la democracia, no le tembló el pulso para acusar de manipular la información a base de flagrantes mentiras políticas con tal de perjudicar a determinados Gobiernos, a periódicos y canales de televisión tan prestigiosos y tan independientes, en teoría, como The New York Times, Le Monde, The Guardian, Der Spiegel, o a la CBS y la Televisión Francesa.
Incidiendo en el caso de Cataluña, la considerada novena provincia andaluza, el jurista y escritor Jesús Laínz, autor del ensayo: El privilegio catalán: 300 años de negocio de la burguesía catalana, (¿cómo pueden decir que España nos roba?) esgrime argumentos contundentes, resumidos en ocho cuestiones básicas, contra la pretendida legitimidad del independentismo catalán, desmontado falsedades históricas que sustentan los separatistas para justificar sus reivindicaciones, una de las más importantes, por ser más reciente en el tiempo es la siguiente: .
“Otra de las mentiras, de gran eficacia propagandística, con la que se suele intoxicar la opinión pública europea consiste en sostener que Cataluña merece la secesión por haber sufrido especialmente durante el régimen de Franco. (… ) Sólo les daré tres breves datos: hubo más voluntarios catalanes luchando en el bando franquista que en el republicano; el régimen franquista estuvo plagado de ministros, parlamentarios, embajadores y otros altos cargos catalanes; y Cataluña fue la región más beneficiada por la política económica del franquismo. Podríamos extendernos hasta el infinito, pero les daré un solo dato: en 1975, cuando murió Franco, Cataluña, que representa el 6% del territorio español, contaba con el 45% de los kilómetros de autopista”
No menos contundente resultó Borrell en su famoso vídeo en el que deja literalmente sin palabras, ni en español ni en catalán, a un balbuceante Junqueras en su debate televisado:
Para terminar este post, volvamos a Sagasta. Brillante ingeniero de caminos, condenado a muerte y exiliado, con una curiosa historia sentimental para que no faltara de nada en su apasionante curriculum (tuvo dos hijos con una mujer casada con un militar al que abandonó), periodista, activista político, excelente parlamentario, con la conciliación de la libertad y el orden como fundamento de su ideario, era Presidente del Gobierno cuando en 1898 se perdieron las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, lo que generó una crisis nacional.
Situación de debilidad del Gobierno que fue caldo de cultivo para que se acrecentaran las reivindicaciones de un movimiento catalanista, en principio no independentista, y que motivó el admirable discurso de Sagasta en las Cortes, en el verano de 1901, dos años antes de su muerte, del que extraemos los párrafos más significativos:
“¿Quién duda que Cataluña se ha hecho rica por España y con España? ¿Quién duda que para hacerse rica, ha habido necesidad de concederla (sic) en las leyes ciertos privilegios, que le han dado ventajas sobre sus hermanas, las demás provincias de España? (…) ¿Quién duda que quizá el malestar de nuestras perdidas Antillas haya sido debido a la preferencia que daba España a Cataluña? ¿Es esto hostilidad a Cataluña? ¡Ah, no! Ésta es la realidad de los hechos y ésta es la demostración de que Cataluña no haría bien si no estuviera ligada a España como está ligado el hijo querido a la madre amantísima y cariñosa.”
Emotivas palabras que me hacen evocar la historia insolidaria de una familia humilde que decide invertir sus escuálidos recursos para que el hijo mayor estudiara una carrera, sacrificando, en principio el porvenir de sus hermanos, con la esperanza, y el compromiso del primogénito, de que una vez bien situado, contribuyera en lo posible, al bienestar de su familia.
Una vez alcanzado su objetivo, el hermano mayor renegó de sus padres y de sus hermanos. ¿Tuvo mérito el hermano mayor? Sin duda, se esforzó y se hizo rico. ¿Tuvo alma, gratitud, corazón, generosidad? ¿Fue solidario? Rotundamente no.