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Antonio Botías

La Murcia que no vemos

El gigante verde con el que hablaba Codorniú

19/06/17. FICUS DE SANTO DOMINGOContaba Horacio, de quien ya nadie se acuerda, que la virtud de los padres es una gran dote. Y la dote que recibió Jesús Jiménez Avellaneda (Cehegín, 1968) evidencia que sus padres, desde luego, destilaban virtud y sensatez por los cuatro costados. Como cualquier buen ceheginero, claro. Porque fueron quienes encauzaron la trayectoria de aquel joven díscolo que acabaría convirtiéndose, hace apenas unos días, en presidente de la Federación Regional de Empresarios de Hostelería y Turismo (Hostemur).

 

Con apenas 23 años, en un tiempo en que tenía la cabeza en tantas cosas propias de la edad, Jesús cortaba mármol en una cantera de Cehegín. Y ni siquiera imaginó que, casi tres décadas más tarde, cortaría el bacalao entre los empresarios dedicados a la hostelería regional. Por derecho, que también es taurino. Pero eso se lo debe, aparte de a la inteligencia que otorga nacer en un pueblo, a su padre, quien entonces le propuso estudiar. Aquel hombre tiene hoy 85 años y es para Jesús uno de sus ídolos.

Ni digamos lo que supone él para el abuelo. No en vano, el padre desempeñó hasta tres empleos a un tiempo para que su hijo pudiera licenciarse. Esas cosas no se olvidan. Y el joven, menos mal, no le salió rana. Llegó a conseguir su título en Económicas por la Universidad de Murcia y la de Manchester (Reino Unido), además de dos diplomaturas, por si le faltaba algo. Así que pronto lo contrataron en ElPozo, donde conocería a su actual socio.

El acabose ocurrió cuando Jesús, quien ya tenía el futuro más o menos asegurado, decidió abandonar la empresa. No fue fácil. Aún hoy reconoce que cuanto aprendió en ElPozo le ha servido para crear su propio emporio y se siente agradecido del cariño que recibió en la multinacional. “El que ha comenzado bien, está a la mitad de la obra”, cantaba Horacio.

El camino de Jesús estaba en otro lado. Primero, en un negocio en Cieza; luego en un restaurante, hasta desembocar en el exitoso Grupo Temporáneo, que ahora dirige y posee varios negocios en la capital. Su decisión profesional fue un salto al vacío, como el que prepara realizar desde un puente en las próximas semanas. Le atrae lo peligroso, cuentan.

Tampoco esta decisión extraña a sus amigos. A Jesús le apasiona el deporte y ya cuenta varias medias maratones en su haber, sin contar las decenas de carreras. O los descensos en kayak, los lanzamientos en paracaídas o los recorridos en bicicleta por las montañas. Es una forma de mantener la forma, puesto que el nuevo presidente tiene, como diría un castizo, muy buena boca. De hecho, le encanta la carne y la verdura. La carne que proviene de cuantos seres vivos atesora el planeta. Igual disfruta con un buen chuletón, sea de buey o vaca vieja, que con una morcilla de la Sierra de María, sin olvidar las codornices, a las que tampoco hace ascos.

Y de la verdura, mejor ni hablar. Todas y en todas sus variedades. Eso sí, lo único que odia son las aceitunas. Es verlas y salir corriendo. Corriendo a Cádiz, su lugar preferido para desconectar de los negocios. O a Cabo de Gata, que descubrió más tarde, pero que le entusiasma. Como también disfruta cuando visita el Sur de Cuba, hasta donde ha viajado en los últimos años en media docena de ocasiones. Aquellas gentes conquistaron su corazón.

Es muy posible que pronto retorne acompañado del amor de su vida, con quien estos días celebra el décimo aniversario desde que la conoció. Una ceheginera de raza, como no podía ser de otra manera. Nunca ha sido Jesús, aunque planta no le faltaba, hombre de coleccionar amores. Pero lo que colecciona con similar frenesí son botellas –ojo, llenas– de vodka de la marca Absolut. De hecho, quizá sea su colección, que ya ronda las doscientas piezas, una de las más importantes de España. Aunque tampoco parece darle más importancia de la que tiene, la verdad. Otra cosa sucede con sus negocios, a los que dedica todas las horas del día. Por eso le supuso un mazazo la agresión del portero de uno de sus locales en Murcia a un joven, quien estuvo en coma.

Los amigos de Jesús aseguran que, cuando se enteró de los hechos, se deshizó en lágrimas. Solo la mejoría del joven agredido le devolvió cierta serenidad. Es posible que entonces recordara otra frase de Horacio, aquella que asegura que, en los contratiempos, sobre todo, “es donde conocemos nuestros recursos, para hacer uso de ellos”. Y los suyos, como también coinciden cuantos lo conocen, son el trabajo, la honradez y encarar la vida de frente, como los toreros a los que admira. O el buen flamenco, una música que le agrada, aunque su chica prefiera a Sabina, que tampoco está mal.

Y así pasa la vida para Jesús, entre viajes por todo el mundo y una máxima que se impone cada día: “Hay que perdonar, siempre”. Lo contrario emponzoña el alma, asegura. Y él, a las puertas de los cincuenta años, no está para emponzoñarse.

Por Antonio Botías

Sobre el autor

Este blog propone una Murcia inédita, su pequeña historia, sus gentes, sus anécdotas, sus sorpresas, su pulso y sus rincones. Se trata de un recorrido emocionante sobre los hechos históricos más insólitos de esta Murcia que no vemos; pero que nos define como somos. En Twitter: @antoniobotias


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