Contaba el periodista Antonio Crespo, aquel hombre menudo y serio que ya hemos olvidado como a cuantos hacen algo por la cultura en Murcia, que el habla murciana, mal llamada dialecto, cuando se la sacude de vulgarismos y otras deformaciones, cuando se reduce el léxico murciano a sus límites más genuinos, revela gran expresividad, ingenio e imaginación, y en este sentido merece ser estudiado. Y difundido. ¿Y esto gratis? ¿Aquí en la tierra del tanto cobro tanto expongo? Pues sí. Lo haremos, pues, como improvisado cursillo de murciano.
Comenzaremos por la voz leja, que además de aprenderla de mi abuela, que no es poco, también la empleaban en sus obras Azorín y Gabriel Miró. La leja de toda la vida, frente al castellano vasar, es el estante o tabla de un armario. De ahí aquella expresión, para los jóvenes absolutamente indescifrable: ‘Trame’ la ‘arcuza’ de la leja del ‘chinero’. Los chineros eran (y son) alacenas, armarios con puertas y estantes, estantes que son lejas.
Tan extendido estuvo el término que incluso dio lugar a un verbo: Enlejar. Alberto Sevilla, en su Vocabulario Murciano, a comienzos del siglo XX, definía enlejar como “poner objetos de cristal y loza en la leja”. Así también se llamaba a los zarzos donde crecían los gusanos de seda, después de que los huertanos calentaran la ‘simiente’ (los huevos de donde nacían los bichos) metiéndoselos en los pies de su cama. Y durmiendo con ellos. Porque de eso dependía que la familia saliera adelante aquel año. Hoy le dices a un zagal de los que creen hacer arte llenado las paredes de pintarrajos que haga eso y te manda al ca…pillo de gusano, como decían en la ciudad por no decir capullo.
Elijo este primer término porque, cosa curiosa, está aceptado por la Real Academia de la Lengua, que lo incluye en su diccionario como voz murciana. Así que se puede usar al golpe, sin emplear letra cursiva, ni comillas, ni ca…racteres raros. Resulta sorprendente que la Real de la Lengua autorice su uso y nosotros, en esta Murcia olvidadiza, estemos dejando caer en desuso tan bella palabra. Porque aquí siempre nos creímos más modernos que nadie. Si no, ¿de qué esa ‘tontá’ de escultura de una escalera ‘apoyá’ en un mamarracho de hierro, rodeado de pedruscos, que hay al bajar del Ikea? Más de uno se ha empotrado con el coche por quedarse mirando, alucinado. Si no, ¿de dónde se nos ocurre llamar al Toyo Ito, con lo ocupado que está el Toyo Ito allá en su tierra, para que venga a diseñarnos un jardín, que lo diseñó el hombre, para luego mandarlo a tomar por saco, a él y al jardín?
A lo que vamos, que me enciendo. Es leja espléndido término que debería enseñarse en los colegios, si a la consejera de turno le parece bien. Lo digo porque hubo una que prohibió el pastel de carne en los recreos. Y lo equiparó a la comida basura. Y se quedó tan pancha. Y luego rectificó. Pero si hubiera dicho en Cataluña lo mismo del pan con tumaca (¡tumacarajo! que eso fue también un invento murciano) el Mas, que es el Pas con barretina, le hubiera dado al instante pasaporte.
En próximas entregas, que no incluirán aquello tan asqueroso de “Volvemos en 6 minutos”, propondremos nuevas palabras de uso común entre nos. Si alguno tiene tiempo y ganas (que no es lo mismo para según qué cosas) puede proponerme las que desee. Que yo, porque soy muy bien mandado, las iré incorporando a este improvisado cursillo de murciano.