Uno de los personajes más interesantes del mundo de la ópera es Carmen, considerada como un arquetipo universal a la altura de Don Juan o de Fausto. Carmen da pie a la novela de Próspero Mérimée, pero son los libretistas Ludovic Halevy y Henry Meilhac junto al célebre músico Georges Bizet los que definen la psicología de esta atrayente mujer al componer una fantástica obra musical.
Pero ¿qué tiene Carmen para atraernos de esta forma?.
La bella y seductora gitana, experta en el arte de la magia, el hurto y del tráfico de cigarillos, se muestra como una mujer segura y pasional, verdadera libertina sentimental que basa su felicidad en la inconstancia. No es una mujer fatal, no necesita conquistar a los hombres porque provoca e ellos una natural inmediata atracción, de manera que son éstos los que la persiguen.
Carmen nos dice que el amor es un pájaro rebelde no sujeto a leyes. Realmente es ella la que tiene sus propias leyes. Es un torbellino de pasión con una insolente sexualidad que no cede ante las amenazas y que huye inmediatamente ante cualquier compromiso. Para ella la esencia de la vida está en el cambio y en el amor por la libertad.
Carmen hace gala de una indiferencia total ante el estado emocional y el carácter de sus semejantes. Para ella el amor es un capricho transitorio y siempre trata de vivir el presente. En un momento del tercer acto de la ópera dice “quien manda es el destino”. Es un momento dramático para ella porque a través de un juego de cartas previsualiza su trágico final.
Les propongo la escucha del preludio al tercer acto de la ópera, denominado también intermezzo, fragment muy romántico y solemne que anticipa el coraje de Carmen para enfrentarse a su destino, conservando en todo momento su esencia femenina.