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Carlos Escobar

Música inesperada

La tos del joven Federico.

 

En un blog previo, comento lo distinta que era la vida en la época preantibiótica. La tuberculosis es una de las enfermedades más “románticas” por ser la infección vinculada a existencias llenas de penurias y la especial sensibilidad artítistica de algunos de los grandes poetas y músicos del siglo XIX.

Uno de los músicos que se considera víctima de la tuberculosis es Frédéric Chopin (1810-1849) y no son pocos los musicólogos que ven reflejada su larga enfermedad en la delicadeza y turbulencia de sus composiciones.

Sin embargo, tras consultar los trabajos de los doctores Kubba y Young publicados en 1998 en la revista Chest y la revisión del doctor Sartin en la edición de 2010 de Clinical Medicine & Research, no está tan claro de Chopin padeciese dicha enfermedad.

Si repasamos los antecedentes familiares de Chopin, sólo llama la atención la muerte a los 14 años de su hermana Emilia, tras una hemorragia gastrointestinal masiva. Sus padres y su hermana Isabella, fallecen con más de 70 años y su hermana Ludwika a los 47.

La tos de Federico comienza en la adolescencia y le acompaña durante el resto de su vida. Chopin desde siempre refiere dificultad para respirar, intolerancia al esfuerzo, esputos con sangre, palidez y molestias gastrointestinales. Además su patología pulmonar precoz y crónica repercute en su crecimiento, le inflama las articulaciones de las piernas y, probablemente, explica su esterilidad.

En 1837 se traslada con su cariñosa amiga y protectora George Sand a la isla de Mallorca. Los lugareños, seguros de que tiene una enfermedad contagiosa e incurable, obligan al alcalde a quemar sus muebles, a desinfectar su casa y a trasladarlos a la Cartuja de Valldemosa. Allí alquilan una celda con piano donde pasan el famoso invierno entre 18238 y 1839 sin mejoría en suestado de salud. Ella comenta en una carta las enormes dificultades de dar con una dieta que evite indigestiones y diarreas al músico.

Ya en París y separado de George Sand, consulta al célebre doctor Cruvelhier que le recomienda reposo y solicita la opinión del doctor Blacke, un eminente pediatra. Ante esto, Frédéric escribe: “Él me ayudará más, ya que en mi hay algo infantil”.

El hecho de que Chopin no contagia la supuesta tuberculosis a sus íntimos como son George Sand y los hijos de ésta y que la autopsia del doctor Cruveilhier no es concluyente de que padezca esta patología, hace pensar en otras posibles enfermedades.

Según los doctores Kubba y Young, los síntomas que padece el compositor orientan a enfermedades como la Fibrosis Quística u otra patología pulmonar hereditaria (déficit de α-1 antitripsina), que encajan con una afección pulmonar junto con síntomas gastrointestinales de larga evolución y además nos explican la que le ocurrió a la joven hermana.

Chopin fallece a los 39 años en París. Pocos días antes, escribe sobre su temor a ser enterrado vivo y pide que se interprete el Requiem de Mozart en su funeral. Entierran su cuerpo en el cementerio de Père Lachaise y su corazón se deposita en la iglesia de la Santa Cruz de Varsovia.

Con tuberculosis o sin ella, este músico aporta tal dosis de sentimiento al Romanticismo que nos cautiva toda la música contenida en sus estudios de piano, preludios, mazurcas, conciertos, sonatas, nocturnos y conciertos, entre otras composiciones.

Les dejo con una grabación del Nocturno nº 9, Op. 32 nº 1.

¡Por supuesto, sin ningún golpe de tos!

 

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por Carlos Escobar

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