En un blog previo, comento lo distinta que era la vida en la época preantibiótica. La tuberculosis es una de las enfermedades más “románticas” por ser la infección vinculada a existencias llenas de penurias y la especial sensibilidad artítistica de algunos de los grandes poetas y músicos del siglo XIX.
Uno de los músicos que se considera víctima de la tuberculosis es Frédéric Chopin (1810-1849) y no son pocos los musicólogos que ven reflejada su larga enfermedad en la delicadeza y turbulencia de sus composiciones.
Sin embargo, tras consultar los trabajos de los doctores Kubba y Young publicados en 1998 en la revista Chest y la revisión del doctor Sartin en la edición de 2010 de Clinical Medicine & Research, no está tan claro de Chopin padeciese dicha enfermedad.
Si repasamos los antecedentes familiares de Chopin, sólo llama la atención la muerte a los 14 años de su hermana Emilia, tras una hemorragia gastrointestinal masiva. Sus padres y su hermana Isabella, fallecen con más de 70 años y su hermana Ludwika a los 47.
La tos de Federico comienza en la adolescencia y le acompaña durante el resto de su vida. Chopin desde siempre refiere dificultad para respirar, intolerancia al esfuerzo, esputos con sangre, palidez y molestias gastrointestinales. Además su patología pulmonar precoz y crónica repercute en su crecimiento, le inflama las articulaciones de las piernas y, probablemente, explica su esterilidad.
En 1837 se traslada con su cariñosa amiga y protectora George Sand a la isla de Mallorca. Los lugareños, seguros de que tiene una enfermedad contagiosa e incurable, obligan al alcalde a quemar sus muebles, a desinfectar su casa y a trasladarlos a la Cartuja de Valldemosa. Allí alquilan una celda con piano donde pasan el famoso invierno entre 18238 y 1839 sin mejoría en suestado de salud. Ella comenta en una carta las enormes dificultades de dar con una dieta que evite indigestiones y diarreas al músico.
Ya en París y separado de George Sand, consulta al célebre doctor Cruvelhier que le recomienda reposo y solicita la opinión del doctor Blacke, un eminente pediatra. Ante esto, Frédéric escribe: “Él me ayudará más, ya que en mi hay algo infantil”.
El hecho de que Chopin no contagia la supuesta tuberculosis a sus íntimos como son George Sand y los hijos de ésta y que la autopsia del doctor Cruveilhier no es concluyente de que padezca esta patología, hace pensar en otras posibles enfermedades.
Según los doctores Kubba y Young, los síntomas que padece el compositor orientan a enfermedades como la Fibrosis Quística u otra patología pulmonar hereditaria (déficit de α-1 antitripsina), que encajan con una afección pulmonar junto con síntomas gastrointestinales de larga evolución y además nos explican la que le ocurrió a la joven hermana.
Chopin fallece a los 39 años en París. Pocos días antes, escribe sobre su temor a ser enterrado vivo y pide que se interprete el Requiem de Mozart en su funeral. Entierran su cuerpo en el cementerio de Père Lachaise y su corazón se deposita en la iglesia de la Santa Cruz de Varsovia.
Con tuberculosis o sin ella, este músico aporta tal dosis de sentimiento al Romanticismo que nos cautiva toda la música contenida en sus estudios de piano, preludios, mazurcas, conciertos, sonatas, nocturnos y conciertos, entre otras composiciones.
Les dejo con una grabación del Nocturno nº 9, Op. 32 nº 1.
¡Por supuesto, sin ningún golpe de tos!