Una de las obras más interesantes escritas por Gustav Mahler (1860-1911) es “La canción de la tierra” que es, en palabras del músico, “lo más personal que he hecho hasta ahora”.
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre el verdadero sentido de esta pieza musical. En el momento de su composición, Mahler es una persona con graves problemas familiares, profesionales y de salud, como vimos en otro blog. En “La canción de la tierra” expresa ideas sobre lo efímera que es la existencia y afloran sus sentimientos de nostalgia sobre la juventud y la belleza.
Por otra parte, el lenguaje musical que emplea Mahler, traduce un carácter vital y una intuición sobre el futuro plagada de aspectos novedosos muy destacables. Puede que el que escuche la obra por primera vez, tenga cierta dificultad de asimilar todo lo que propone Mahler. El compositor nos introduce a la vez en la atonalidad, en el dodecafonismo y en el expresionismo musical y, de paso, deja una impronta en las sucesivas generaciones de músicos que surgirán posteriormente.
Desde el punto de vista poético, “La canción de la tierra” no es menos apasionante. Mahler siente una angustia vital por el dolor de la nostalgia, pero no está desesperado. La resignación ante la muerte va acompañada de un deseo por perdurar más allá de su propia existencia (sin duda, el legado de su obra). Su situación personal la identifica en los antiguos poemas orientales contenidos en la colección “La flauta china” y traducidos alemán por el poeta Hans Bethge.
Les animo a escuchar esta obra en su totalidad, siguiendo los textos de las bellas estrofas que contiene. Como adelanto, les dejo con el último movimiento de esta “Lied-sinfonía” titulado “La despedida”, donde Mahler inserta dos poemas distintos, uno de Mong-Kao-Yen y otro de Wang-Wei, que modifica en algunos aspectos y les añade versos de su cosecha al final. En este movimiento conclusivo destacan el cambio de carácter de la música en cada una de las estrofas cantadas, el excelente fragmento sinfónico intercalado entre los poemas y el emotivo final que se extingue poco a poco a medida que se repite la palabra “ewig” (“eternamente”) con el sonido del arpa y la celesta.
Los versos que añade Mahler dicen “¡La amada tierra florece por todas partes en primavera y reverdece de nuevo! ¡Por todas partes y eternamente brillan luces azules en el horizonte! Eternamente… eternamente… eternamente…