El bicentenario de Richard Wagner es un acontecimiento para disfrutarlo. Al escuchar su música, se descubre algo nuevo que nos llega muy adentro. Wagner no influye en el oyente por casualidad, sino que el maestro lo hace con una intención muy definida.
Les propongo participar en un experimento. Sólo tienen que escuchar con atención un video de seis minutos y dejarse llevar por la música que Don Ricardo compone para concluir la ópera “Tristán e Isolda”. Cuando terminen, les animo a seguir leyendo el blog.
Isolda canta una bella y misteriosa melodía que nos sobrecoge desde el principio. Su amado Tristán ha muerto en su brazos y ella anhela seguirlo en la eternidad. A medida que progresa la voz de la protagonista, la música agita su corazón hasta provocarle una verdadera taquicardia que también conmueve al oyente.
Olvidemos por un momento el canto de Isolda y concentrémonos en el acompañamiento de los violines que aparece en el minuto 03:40. Esta contramelodía contiene dos corcheas por cada tiempo del compás a modo de un latido cardíaco constante (ver A del esquema).
Pero en 03:47 y 03:52, el compositor provoca sendos extrasístoles al intercalar un triplete, es decir, tres notas en el espacio de dos corcheas (ver en color rojo en B del esquema), lo que altera nuestro corazón y nuestro subconsciente ya que normalmente centramos nuestra atención en el canto de la soprano. A partir de este momento, estos “tripletes extrasistólicos” aparecen cada vez con más frecuencia y en partes del compás donde no esperamos, creando una verdadera arritmia irregular (ver en color rojo en B y C del esquema)
Pero Wagner no se conforma sólo con esto. Nos lleva hasta la extenuación con toda la intención añadiendo otro recurso técnico. El compositor traza una ligadura entre la primera nota de cada compás y la última del compás precedente, incrementando nuestra ansiedad al impedir que respiremos donde lo hacíamos al comienzo de la pieza (ver en color azul en C del esquema).
Esta es la explicación de nuestra agitación al escuchar todo lo que pasa bajo el canto de Isolda. Si lo desean, vuelvan al vídeo y traten de escuchar simultáneamente a los violines y a Jennifer Wilson como soprano.
Dedico esta publicación a todas las personas que comparten conmigo momentos de música (leyendo, escuchando o interpretando) y con las que descubro cosas nuevas de este mundo tan apasionante.