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Carlos Escobar

Música inesperada

Sonata de juventud (III)

 

La juventud de Víctor y Ernst transcurría con imperceptible rapidez, con días llenos de felicidad y de emociones compartidas. Una semana tras otra, los dos amigos interpretaban todas las obras para violín y piano a las que tenían acceso. La capacidad comunicativa entre ellos se renovaba una y otra vez en cada uno de los ensayos y sesiones de música de cámara vividos en casa de los Schulz.

Esa misma comunión entre almas afines tenía lugar en la clínica del Doctor Maier, conforme Ernst Vogt le hacía partícipe de su personal y dramática tormenta de recuerdos. A medida que transcurrían los minutos, el paciente vaciaba su conciencia, de forma espontánea y natural, ante un inesperado y perfecto confesor que no perdía detalle del relato que escuchaba, ni ningún gesto o movimiento que modulase su intensidad emotiva.

Ernst volvía a mostrarse angustiado y con una locución un tanto entrecortada: “A partir del día que Clara Schulz, la madre de Víctor, sufrió una brusca y fatídica hemorragia cerebral, se sucedieron una serie de hechos que cambiaron nuestras vidas para siempre. Clara era una mujer tan elegante, tan radiante, tan generosa y tan maternal, que ninguno de los que la conocimos pudimos recuperarnos tras este tremendo golpe de la vida. Yo sufrí un sobresalto tan fuerte que en mi interior despertó la necesidad de componer música. Incluso llegué a obsesionarme por crear algo bello y original dedicado a su memoria. Algo que nunca nadie hubiese escrito. Inicié la composición de una sonata, una sonata para violín y piano. Me propuse terminarla como regalo de Navidad para los Schulz. ¡Era tan fácil imaginar el sonido del violín de Víctor al tiempo que avanzaba por los pentagramas! Yo mismo estaba sorprendido con mi hasta entonces desconocida creatividad y no había día en el que no fantasease con lo que sentirían mis padres y mis vecinos tras la primera audición de nuestra sonata”.

Vogt necesitó hacer nueva pausa para restablecer la inteligibilidad y potencia de su voz: “Pero por desgracia, durante ese otoño, no sólo sufrimos la agitación interna que le he contado. La situación en la calle era cada vez era más preocupante. El grupo político dirigente presionaba a determinados colectivos y especialmente a los sospechosos de no compartir sus ideales. Una tarde, unos agentes de policía se presentaron en casa de los Schulz y se llevaron a Víctor y a su padre. Todos los vecinos que salimos de casa alertados por los gritos, recibimos la mecánica y nada creíble explicación de que los Schulz eran disidentes políticos y que además habían ayudado a judíos.”  

                                                                                                                              continuará

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por Carlos Escobar

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