Afirmar que un determinado compositor es el más destacado en la Historia de la Música es una actitud siempre arriesgada. Considerar a Johann Sebastian Bach (1685-1750) como el padre de todos los músicos es un acto de justicia.
El próximo martes tenemos la oportunidad de escuchar en directo su Concierto en re menor para 2 violines, cuerda y continuo BVW 1043, interpretado por la Orquesta Sinfónica de la UCAM bajo la batuta del director almeriense de origen y murciano de adopción, Emilio Fenoy.
Hablar de música con Emilio resulta tremendamente instructivo. Es un magnífico solista y profesor de violín, tal y como refrenda su brillante expediente académico y el reconocimiento del tribunal de los importantes concursos musicales a los que ha concurrido.
Sobre el Concierto para dos violines de Bach, le pregunto a Emilio Fenoy sobre cómo interactúa la pareja de instrumentos: “Bach otorga a los dos violinistas la misma capacidad de desarrollo como referentes solistas, con un mismo tratamiento en el empleo destacado de sus voces. Hay un continuo diálogo a lo largo de los tres movimientos del concierto, con momentos de ardua discusión en la que se afirma o se niega el motivo expuesto, que alternan con otros en los que la conversación muestra un lirismo propio del amor más puro, como ocurre en el segundo movimiento”.
En cuanto a la relación con la orquesta, el director nativo de Tabernas nos aclara que: “Ésta se introduce poco a poco en ese diálogo mostrando temas que más tarde desarrollan los instrumentos principales. Desde un segundo plano, la orquesta afirma, apoya y sustenta la continua conversación entre los solistas”.
Bach compone este concierto de violín siendo Kapellmeister de la corte de Köthen. El segundo movimiento es un Largo ma non tanto en fa mayor donde el genio de Eisenach refleja una atmósfera pastoral, relajada y de bailes tranquilos: “En el bajo continuo está escrito un ritmo de siciliana y la figuración de negra-corchea en un compás de 12/8 mantiene el pulso rítmico del movimiento. Los violines abordan el motivo de siciliana de otra manera, ya que la célula rítmica se amplia, lo que le confiere un aspecto melódico. Bach consigue un lírico diálogo de amor en estado puro. Los intérpretes deben tratar la música con absoluta suavidad, acariciando con el arco las cuerdas del violín como haríamos con la persona amada”.
Emilio Fenoy nos invita a descubrir la perfección musical en cuanto a armonía, melodía y ritmo en dos momentos del concierto que: “Son fáciles de reconocer para el espectador porque generan intensas sensaciones internas y además se repiten. El primero de ellos se encuentra los compases 17 y 18 -y luego 22 y 23- del segundo movimiento. Es el punto de máximo diálogo entre los dos solistas y orquesta, en el que el primer violín expone en legato su motivo, el segundo violín le responde en contrapunto y la orquesta amplia el ritmo siciliano del bajo continuo. Esta técnica de composición utilizando una progresión armónica descendente crea en el oyente un estado de tristeza”.
El siguiente momento que destaca Fenoy pertenece al tercer movimiento: “Si el ejemplo anterior nos evoca tristeza, entre los compases 41 y 48 (y luego entre 128-134) Bach nos inunda de una euforia perfectamente reconocible porque es la única vez que los instrumentos solistas tocan al unísono dobles cuerdas en corcheas. En estos siete compases la genialidad de Bach alcanza el punto más álgido cuando en el cuarto de ellos, transforma el movimiento descendente de la orquesta en una progresión ascendente, creando una inexplicable sensación sonora”.
Este joven director compagina su dedicación como profesor del Conservatorio Superior de Murcia, con su densa actividad concertística y con estancias formativas en países como los Estados Unidos. Además era el director musical de la Sección de Aspirantes de la tristemente narcotizada Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia. Sobre la complejidad del Concierto para dos violines de Bach considera que: “La dificultad radica en el balance orquestal con respecto a los solistas, que deben sentir la masa sonora que necesitan sin que ésta les moleste en la interpretación. En esta ocasión, no habrán problemas porque Fulgencio Aparicio y Clara Pérez son discípulos míos que lo han preparado muy bien. Otro aspecto a destacar es el trabajo estilístico, ya que el concierto puede ser interpretado de muchas maneras diferentes. Nosotros hemos decidido por consenso realizar una versión histórica, con recursos estilísticos de la época barroca, aunque los instrumentos y la sala no son los de la época”.
Fenoy no oculta su pasión artística al comparar la dirección de orquesta con la creación pictórica: “Me siento como un pintor frente a un lienzo en blanco con una determinada idea en la mente. A partir de ese punto, trabajo con los colores para plasmarlos en la pintura. Es realmente bonito dibujar tu propio cuadro, en el que los colores son los diferentes instrumentos – oboe rojo, flauta azul, violines verde- y colorear con las pautas marcadas por el compositor, que en definitiva es quien nos habla.”
Finalmente, Emilio explica lo que ssignifica dirigir a jóvenes músicos profesionales como los de la Orquesta Sinfónica de la UCAM: “La pasión, las ganas de aprender un fraseo o una sonoridad, la avidez por explorar lo desconocido musicalmente, la ilusión por el futuro, hace que estos músicos transmitan pura energía y planteen retos impensables para una orquesta con más trayectoria, que se supone que ya los tiene superados. Realmente, los músicos no sentimos ni expresamos lo mismo a los veinte años que a los treinta y cinco, y de hecho, nuestro sonido evoluciona y cambia”.
Martes 9 de diciembre, 21 horas. Teatro Romea de Murcia. Concierto para dos violines y orquesta de J.S. Bach, Concierto para saxofón alto y orquesta de A. Glazunov y Suite de la ópera Carmen de G. Bizet-R. Schedrin. Orquesta Sinfónica de la UCAM. Fulgencio Aparicio, Clara Pérez y Antonio Cánovas (solistas). Emilio Fenoy (Director musical).