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Carlos Escobar

Música inesperada

Una flor para Sofía

Un concierto de la Orquesta Filarmónica de Berlín (OFB) en su mítico auditorio de la capital germana es todo un acontecimiento musical para cualquier persona aficionada a la buena música.

Hace dos semanas visitamos el pentágono dorado (ver post de Música inesperada del 24-8-2013) con motivo del programa número 83 de la temporada dirigido por Daniel Barenboim. Nada más bajar del taxi que nos llevó a la fantástica sede de la Berliner Philharmoniker, nos dirigimos a la zona de taquillas donde nos esperaba un anfitrión de lujo.

El privilegio de ser recibidos por Joaquín Riquelme, violista titular de la OFB, nos permitió conocer partes de la Philharmonie no accesibles al público general, además de algún que otro secreto sobre el día a día de la orquesta.

La entrada del edificio para los músicos y el resto de personal de la institución nos llevó por la escalera de acceso a la zona de camerinos y cafetería. Entre los baúles de transporte para instrumentos empleados por la OFB cuando sale de gira, algunos de los filarmónicos se preparaban para el inminente concierto, mientras otros conversaban entre ellos de una manera distendida. A lado de un amplio ventanal, Barenboim se dirigía a otros miembros de la OFB que ponían la vista y sus atentos oídos sobre cada palabra del maestro.

La desorientación que sufríamos dentro del laberinto se agravó por la emoción del momento. Imaginen la sorpresa que supuso traspasar unas de las puertas y encontrarnos directamente dentro de una de las terrazas de la sala. Nos dirigimos a nuestras localidades intentando recordar cada paso para poder localizar la puerta verde que nos devolvería al terminar el concierto a la zona de los músicos.

Las obras del programa eran Teufel Amor (algo así como Amor de diablo o Diablo amoroso) del compositor contemporáneo Jörg Widman (1973) y la Sexta Sinfonía en La menor op. 74, Patética, de Peter Tschaikowsky (1840-1893).

Teufel Amor está basado en un texto del célebre Fiedrich Schiller y es una obra que sorprende por sus timbres, sonoridades y ritmos impregnados de la mágica acústica de la Philharmonie. Los fragmentos melódicos del violín y los agitados ritmos de la danza del diablo se dispersaban por toda la sala antes de sorprender nuestros sentidos.

Transmitir lo que sentimos escuchando la Patética de Tchaikowsky no está al alcance de mis palabras. La introducción fúnebre del fagot en el primer y cuarto movimientos, los lamentos del clarinete y la irrupción de los trombones en el movimiento final son siempre memorables con solistas de este nivel, pero lo que más se disfruta en la Philharmonie es del equilibrio generado por el tejido orquestal, donde cada detalle es ofrecido como si fuese el mensaje más valioso dirigido al oyente. Esta es la explicación al sincero e inesperado aplauso del auditorio al finalizar el tercer movimiento, donde los espectaculares tutti de la OFB  llevó  in crescendo al público hacia un emotivo clímax, conscientes de que todavía  quedaba por disfrutar el transcendental último movimiento de la sinfonía.

Los aplausos finales invitaron a Barenboim a salir a saludar una y otra vez, incluso una vez que los músicos se habían retirado del escenario. Momentos antes, una de las flores del ramo que recibió el maestro argentino, recorrió los primeros atriles hasta llegar a manos de Joaquín Riquelme, en ese momento a punto de convertirse en feliz padre.

La rapidez con la que se vaciaron las terrazas de la sala de la Philharmonie facilitaron nuestro exitoso retorno a la zona de los músicos. Un espacio donde pasamos un entrañable rato charlando con los familiares de Joaquín. Saborear una cerveza alemana con los músicos, familiares y amigos de la OFB en ese ambiente es tan gratificante que hacen de estas dependencias privadas un lugar mágico para melómanos.

La flor que recibió Joaquín antes de la celebrada llegada de Sofía, simboliza el reconocimiento de toda la OFB al camino recorrido por el músico murciano. La lección que contiene esa flor es un homenaje a la trayectoria de un músico que aprovechó su talento con la máxima determinación. Por eso, desde este post aplaudimos a este gran filarmónico nacido en la región.

No les dejo sin contarles un cotilleo de la Philharmonie: Los estudiantes de música que invierten parte de su tiempo libre en asistir a los ensayos de la OFB no pasan desapercibidos para la institución. En los programas donde es posible, el interés de estos jóvenes es premiado por la complicidad de los porteros de la entrada.

En conclusión, nuestra visita a la Philharmonie ha sido inolvidable. En esta casa, a los melómanos y a los estudiantes se les trata tan bien como a la música. Creo que con esto, está casi todo dicho.

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por Carlos Escobar

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