A mediados del siglo XIX el cuarteto de cuerda se consolidó como género musical en la costa este de los Estados Unidos de América. La tradición austro-húngara llegó a América junto a otros aspectos de la cultura germánica y checa que iban ligados al fenómeno migratorio que se produjo desde Europa. La música de cámara comenzó a programarse en las principales ciudades estadounidenses tanto del norte como del sur del país.
Antonín Dvorák fue uno de los compositores que cultivó el cuarteto de cuerda y lo hizo de una manera tan personal que su colección tiene un carácter autobiográfico. De sus catorce cuartetos, destacan los tres últimos por la forma de tratar los temas y de incorporar materiales de otras fuentes musicales. Así, su Cuarteto número 12 en Fa mayor o Americano es un ejemplo de como el compositor asimiló la música de los lugareños americanos durante su estancia en Iowa, en unas vacaciones disfrutadas entre emigrantes checos. Por otro lado, la presencia de Dvorák en Estados Unidos tuvo más adelante una clara influencia en algunos compositores del país, que optaron también por utilizar materiales provenientes de la música de los indígenas y de los negros americanos.
El Cuarteto Americano es una de las obras más célebres de la música de cámara y por ello se ha programado dentro del ciclo Cuadros con Música que el próximo lunes celebra su edición número XIX. Como tantas veces, la oportunidad de hablar con los intérpretes del concierto nos revela las intenciones y sensaciones que experimentan a priori.
La violista Sara Mesas Casado destaca “la energía que transmite el cuarto movimiento”, muy en la línea del momento que ella está viviendo, tan cerca de finalizar los estudios superiores. Natural de Linares (Jaén), Sara ha completado su formación académica entre su ciudad natal y Murcia, aunque ha realizado cursos de perfeccionamiento con Alejandra Poggio, Piotr Slowick y nuestro filarmónico Joaquín Riquelme: “Personalmente creo que para interpretar la obra se requiere de una gran madurez por las exigencias musicales y técnicas”.
En el cuarteto hay otra músico de origen andaluz. Blanca Martín Maldonado nació en Huétor Vega (Granada) y nos anima a asistir al concierto por muchas razones: “Para mí, esta composición tiene una gran influencia de los nativos americanos”. Blanca imagina distintos escenarios y los correlaciona con los cuatro movimientos del cuarteto. Así, asocia el Allegro ma non troppo inicial a” un paisaje de grandes tierras desérticas donde habitan los nativos”.
Hay que recordar que el Cuarteto Americano también tiene el calificativo de Cuarteto Negro, por como usa Dvorák la escala pentatónica en las escalas menores -¡precisamente las teclas negras del piano!-, por los ritmos sincopados y por la imitación que hace el primer violín del tanager rojo (pájaro con alas negras de la familia de las currucas) al principio del tercer movimiento. La violinista granadina, asocia este Molto vivace a la marcha de una locomotora (seguramente de color negro) y nos recuerda la fascinación que sentía Dvorák por el mundo del ferrocarril.
El segundo movimiento lento puede explicarse según Blanca de dos formas: “Cuando entran el cello, violín segundo y viola, la melodía es tranquila, sin presiones, imitando a un río en movimiento. Pero también puede interpretarse como la melodía lenta y dolorosa que escenifica el fallecimiento de un jefe nativo y el paso lento de su pueblo que le sigue llorando su muerte”.
Por último, Blanca nos invita a imaginar caballos al galope durante el cuarto movimiento.
Les espero en Cuadros con Música. Se encontrarán con un Dvorák muy expresivo y fascinado por todo lo estadounidense.
Lunes 16 de mayo, 20h. Aula de Cajamurcia de Gran Vía. Cuadros con Música XIX. Conferencia de profesor Pedro Olivares Galvañ sobre el cuadro La Madre de Whistler. Cuarteto de cuerda en Fa Mayor no 12, Op. 96 “Americano” de Antonín Dvorak. Eduardo Espinosa Arronis y Blanca Martín Maldonado (violines); Sara Mesas Casado (viola) y María Hernández Galván (violonchelo). Entrada libre hasta completar aforo.