Algunos músicos padecen patologías directamente relacionadas con su profesión. Dejando aparte a los cantantes, que tienen como instrumento su propio órgano vocal, con una serie de problemas y condicionantes pertenecientes al campo de la voz artística, los demás músicos están sometidos a grandes exigencias físicas y psicológicas que los predisponen a otro tipo de enfermedades.
Si bien, los instrumentistas de viento tienen problemas dentales y visuales por aumento de la presión intraocular, los violistas y violinistas, con las mismas horas de ensayo y perfeccionamiento, tienden a sufrir patologías relacionadas con la mandíbula, el cuello, los hombros y las manos. La posición derivada de tocar sentados y los repetidos movimientos de elevación y rotación del brazo son claros factores predisponentes a la enfermedad, más frecuente en los violistas por el mayor peso y tamaño del instrumento.
Lógicamente, cuando estos instrumentistas adoptan medidas preventivas, el riesgo de padecer problemas se reduce notablemente y por ello, el mejorar la técnica de interpretación, el calentar los músculos antes de un concierto, el establecer periodos de descanso, el adoptar una adecuada posición en la silla, la elección de un modelo ergonómico, el potenciar buenos hábitos de alimentación e hidratación corporal y el uso de almohadillas de hombro para apoyar el instrumento, entre otros aspectos, tienen a la larga su efecto beneficioso.
Sin embargo, los solistas de instrumentos de cuerda y especialmente los violinistas de élite, padecen una inevitable enfermedad profesional que acota su periodo de excelencia interpretativa. Este es uno de los temas de tertulia que surgen de vez en cuando entre los médicos aficionados a la música clásica y en una conversación reciente con el Doctor Eduardo Melendreras, traumatólogo especializado en hombro y reconocido melómano, aprendimos cosas esenciales sobre la temida rotura del manguito de los rotadores.
A modo de recuerdo, el manguito de los rotadores es el conjunto de tendones que rodean la cabeza del húmero y que con el paso del tiempo sufren cambios degenerativos hasta que se rompen con los movimientos del brazo. Ya hemos comentado las exigencias que tienen los violinistas en cuanto a los gestos repetitivos de elevación y rotación del brazo que realizan a lo largo de su vida profesional. El tendón del manguito de los rotadores que se afecta en primer lugar es el del músculo supraespinoso y cuando se rompe, se produce dolor y dificultad para mover el brazo. Además, este conjunto de tendones es muy importante en la propiocepción, es decir, en la información que recibe nuestro organismo de cómo están dispuestas en cada momento las distintas partes de nuestro cuerpo, lo que permite que podamos realizar movimientos coordinados o mantener el equilibrio. En el caso de los violinistas, la propiocepción del hombro es fundamentar para reaccionar con rápidez y efectividad durante un concierto y especialmente para afrontar los pasajes musicales de extremada dificultad.
Esto explica que los gigantes de la interpretación violinística sólo nos hayan deleitado con su arte hasta los 50 años, ya que a partir de entonces muchos de ellos comenzaron a sentir dolores y problemas de estabilidad en el hombro. A diferencia de lo que ocurre con los pianistas, que pueden tocar hasta los 80 años, es prácticamente imposible que un violinista con 60-70 años pueda defender o grabar las grandes obras del repertorio solista al nivel que tenía 20 años antes.
El caso más relevante fue el del maestro Jascha Heifetz, quizás el mejor violinista del siglo pasado, que en 1975 sufrió una rotura del manguito de los rotadores que, a pesar de haberse operado del hombro, supuso el fin de su carrera artística. Nunca más volvió a tocar su violín en público.
Afortunadamente, parte del legado musical de Heifetz quedó grabado, de forma que mientras nosotros lo sigamos escuchando y recordando, su momento de esplendor perdurará para siempre.