Hubo un tiempo en el que las sopranos dominaron el mundo de la ópera. La Scala de Milán, el templo de este género musical, fue testigo de cómo dos voces femeninas eclipsaron al resto de estrellas. Me refiero a Renata Tebaldi y María Callas, o si lo prefieren, María Callas y Renata Tebaldi.
Ambas sopranos provenían de mundos diferentes con circunstancias personales completamente distintas, pero compartieron el reinado de los escenarios de ópera de la postguerra y mantuvieron una rivalidad sin par que se amplificó aún más al cantar el mismo repertorio ante unos medios de comunicación muy pendientes de asuntos con impacto social.
A pesar de que las dos sopranos atesoraban la voz potente y fiable que las llevó a la fama, el público de los años cincuenta y sesenta, optó por admirar a una más que a la otra y esto, junto al importante ego que profesaban las dos, terminó por fomentar el enfrentamiento entre los dos ejércitos de partidarios.
Para entender un poco mejor la personalidad de las dos sopranos habría que profundizar mucho en sus vidas. Yo voy a tratar de exponer algunas de las pinceladas vitales que dibujaron su personalidad .
María Callas nació en Nueva York en el seno de una familia griega. Siendo adolescente presentó problemas psicológicos en relación con una obesidad y una marcada miopía mal asimiladas. Su vida estuvo plagada de problemas personales con malas relaciones con su madre, un divorcio y finalmente una ruptura sentimental traumática que fue determinante en su vida. Fue muy caprichosa y arrogante a la hora de elegir tenores y barítonos en sus representaciones e incluso dejó actuaciones a medio, como ocurrió en Roma ante las máximas autoridades del país. Además, vivió con intensidad el mundo del glamour, pernoctando muchas veces más de lo debido. Pero desde el punto de vista artístico, destacó por su capacidad de expresión dramática que combinó con un magnífico sonido vocal. Así, se convirtió en la Violeta de referencia en La Traviata, de la mano de Visconti y le siguieron unas sublimes interpretaciones de Tosca, Medea, Gioconda y Aida entre otras. Posiblemente, su raíces griegas y las cicatrices de la vida contribuyeron a desarrollar esa soberbia capacidad dramática. Por otro lado, su voluntad y capacidad de sacrificio, le hicieron perder peso para convertirse en una estrella de la ópera de gran atractivo físico y una impresionante, reconocible e irrepetible voz. Voz que, por otro lado, sufrió altibajos al final de su carrera que delataron su inestabilidad interior.
Si la felina María Callas fue vinculada con los tonos oscuros, la italiana Renata Tebaldi fue considerada una blanca paloma con una voz bella y admirable. Convertida en una estrella de la ópera por su triunfo en La Scala de Milán, siempre se caracterizó por su cara sonriente, cercanía al público y voz de ángel, como la definió Toscanini. Renata dedicó por completo su reservada vida al canto. Recorrió los teatros de ópera siempre acompañada de su madre y permaneció soltera de por vida. Nunca salía el día antes de una representación y no defraudó a sus seguidores. En 1951 abandonó La Scala de Milán y se trasladó a Nueva York, donde triunfó en la MET cultivando su repertorio italiano ante muchos de sus paisanos que emigraron allí. El público siempre agradeció la dedicación y profesionalidad de esta soprano que tuvo una vida profesional más larga que la Callas y que decidió abandonar los escenarios y retirarse a las costa adriática antes de dañar su reputación como cantante.
La mayoría de biógrafos coinciden en que el enfrentamiento de las sopranos despertó en Rio de Janeiro donde alternaron representaciones de La Traviata en 1950. En una gala de concierto en la que coincidieron, no se pusieron de acuerdo en lo que cantaría cada una de ellas y la Tebaldi interpretó dos arias. A partir de aquí, cualquier desplante entre ellas tuvo eco en la prensa, como la salida de la Tebaldi de La Scala, la afirmación de la Callas de que no se debía comparar el champagne con la coca-cola, la forma con la que desmintió la Tebaldi de que eran amigas, el veto de Renata a Callas antes de volver a la Scala, el desembarco de las dos sopranos en París, etc.
En 1968, tras una representación de la Tebaldi en el MET, Callas fue al camerino a felicitarla y las dos divas se fundieron en un emotivo abrazo regado de lágrimas. Con esto quedó zanjado el asunto y ambas demostraron al mundo que estaban hechas de buena madera.
Alguien afirmó que para escuchar una bella voz prefería a la Tebaldi y para profundizar con fuerza en el destino del personaje femenino optaba por la Callas. Quizás sea una afirmación muy exagerada, ya que sobre gustos no hay nada escrito. Lo que es innegable es que la rivalidad Callas-Tebaldi benefició al mundo de la ópera en ese momento.
Hoy les dejo con la pareja Tebaldi-Bjorling cantando La Boheme. Es una de mis escenas de ópera preferidas. Presten atención especial a los momentos 1:45 y 6:17. Otro día, les mostraré el arte de la Callas. Seguro que coinciden conmigo en que no hay por qué elegir entre ellas.