Con el paso del tiempo, las colecciones de discos se enriquecen con nuevas grabaciones o versiones de obras ya conocidas. Al recorrer con la mirada la discoteca de casa, rememoro con frecuencia los momentos únicos en los que adquirí lo que para mí son joyas de la discografía. Cuando tengo que elegir que discos me voy a llevar para escuchar […]
Con el paso del tiempo, las colecciones de discos se enriquecen con nuevas grabaciones o versiones de obras ya conocidas. Al recorrer con la mirada la discoteca de casa, rememoro con frecuencia los momentos únicos en los que adquirí lo que para mí son joyas de la discografía. Cuando tengo que elegir que discos me voy a llevar para escuchar en vacaciones, paso por la terrible experiencia de no saber exactamente que es lo que voy a dejar hasta la vuelta del veraneo. Por otro lado, como cada uno de nosotros tiene un oído (y un cerebro) con cierta preferencia por determinados timbres, tempos y, si me lo permiten, por los aromas de época que envuelven algunos discos, la magia contenida en cada cajita con música no deja de ser algo muy íntimo y personal.
Hace unos días leí en el último Music Magazine de la BBC un artículo de Elinor Cooper que resumía la opinión de distintos expertos sobre veinte mejores de las mejores sopranos de todos los tiempos. Me pregunté ¿es posible hacer un listado de cantantes en este sentido?
Así que opté por hacer ejercicio mental guiado por mi criterio y sin atender a otras consideraciones, con el reto de intentar definir qué sopranos me han conmovido más a lo largo de mi vida. Soy perfectamente consciente de que corro un elevado riesgo de cometer un grave sacrilegio para otras opiniones, pero lo cierto es que es irrefutable el hecho de que una obra de arte provoca en cada uno de nosotros reacciones, experiencias y emociones muy distintas.
Por ello no voy a pasar por alto la magia de la íntima liederista Elly Ameling, la sublime perfección de Rosa Poncelle, la exquisita dicción y fraseo de Christine Brewer, la regularidad y excelencia de una todoterreno como Christa Ludwig o las memorables interpretaciones de Leontyne Price o Margaret Price.
Lucía Popp es una cantante que vinculo a los últimos cuatro lieder de Richard Strauss; Joan Sutherland, conocida como La stupenda tras su debut en La Fenice, fue una Lucía de Lammermoor sublime; la inocencia seductora de Victoria de los Ángeles la convirtió en una Rosina increíble, sin olvidar sus papeles como Carmen de Bizet y Margarita en el Fausto de Gounod. También son maravillosas las interpretaciones de Gundula Janovich en las bodas de Figaro de Mozart o en la Creación de Haydn, la fiabilidad de Monserrat Caballé para cantar las óperas de Bellini y Donizetti, dando la sensación de que algunas fueron escritas expresamente para ella.
María Callas fue una cantante única. Con su voz singular y sus excelentes cualidades dramáticas, artísticas, técnicas y vocales, nos deleitó en los roles de Traviata, Norma y Lucía de Lamermoor, entre otros, pero para mí la soprano de origen griego fue la Tosca por excelencia por su manera de desenvolverse en situaciones que van de la pasión más amorosa a la crueldad más extrema, contraste que Puccini manejaba como nadie.
En el mundo de Richard Wagner me quedaría con la Brunhilda de Brigitte Nilsson, y la Isolda de Kirsten Flagstad, aunque también su interpretación de los Cuatro últimos lieder de Strauss es soberbia. Y en la esfera de la obra de Gustav Mahler, el protagonismo lo acapara Kathleen Ferrier, una soprano que supo entender el mensaje del compositor y transmitirlo como nadie ha hecho jamás.
En casa la soprano más conocida es Elisabeth Schwarzkopf. Podríamos decir que ella es casi de la familia. Sus papeles como condesa en Las bodas de Fígaro de Mozart o de La Mariscala en El caballero de la rosa de Strauss la consagraron en el Olimpo de la lírica. La belleza y la clase de esta soprano complementaban su categoría artística de tal modo que la audición de sus canciones de Mozart, Strauss, Wolf y Schubert todavía estremecen y perturban al oyente atento. Cuando falleció en 2006, muchas de las personas de mi círculo de aficionados a la música lo sentimos como una verdadera pérdida en el seno familiar. Afortunadamente, nos dejó sus registros en disco e imágenes de vídeo como las que les adjunto.
Con ellas logro sobrevivir cada verano hasta que el otoño nos traiga más música.